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Actualizado: 4 de octubre de 2025


En las montañas de la fresca Helvecia En la voz del torrente y huracan, Creiste sentir el silvo de la flecha Con que á su patria, Tell, dió libertad; Que la naturaleza habla á los hombres Para los grandes hechos recordar.

Tell , hijo mío; hace mucho tiempo que las avalanchas habrían enterrado la aldea de Altdorf, si la selva que está ahí, arriba de nosotros, no le sirviera de baluarte. Walther, después de un momento de reflexión: Padre, ¿hay comarcas donde no se ven montañas?

D. TELL. ¡Teneos, apartaos, villanos! SANCHO. Déjame tocar sus manos, Mira que soy su marido. D. TELL. ¡Celio, Julio! ¡Hola! Criados, Estos villanos matad. FELIC. Hermano, con más piedad, Mira que no son culpados. D. TELL. Cuando estuvieran casados, Fuera mucho atrevimiento. ¡Matadlos! SANCHO. Yo soy contento De morir y no vivir, Aunque es tan fuerte el morir. ELVIRA. Ni vida ni muerte siento.

Haced que se apague esa voz con que nos llama el mundo, á nombre de la Providencia, y la Suiza no adorará el polvo de su Guillermo Tell, ni la Inglaterra nos hablará de Cromwel, ni la Francia pronunciará respetuosa el nombre querido de su Juana de Arcos, ni la libre y valiente España saludará entusiasta los manes sangrientos de un Padilla; los manes sangrientos tambien de una mujer que me estremece el alma; una mujer tan valerosa, tan cristiana, tan tierna y tan ferviente; una mujer tan noble y tan hermosa; una mujer que vale tanto como una nacion; Mariana Pineda.

Muchos de los asuntos de las obras de Comella están sacados de la historia moderna. Extraños debieron sonar para los españoles los títulos de su Catalina II en Cronstadt y su Federico II en el campo de Torgau. También existe de él un Guillermo Tell. Gaspar de Zavala y Zamora, y Vicente Rodríguez de Arellano fueron otros poetas dramáticos, que siguieron sus huellas.

SANCHO. ¡Estraño pensamiento! D. TELL. Yo no dónde está, porque, a sabello, Os la diera, por vida de don Tello. Sale ELVIRA, y pónese en medio DON TELLO. ELVIRA. sabe, esposo, que aquí Me tiene Tello escondida. SANCHO. ¡Esposa, mi bien, mi vida! D. TELL. ¿Esto has hecho contra ? SANCHO. ¡Ay, cuál estuve por ti! NU

D. TELL. Yo tomé, Celio, el consejo Primero que amor me dió, Que era infamia de mis celos Dejar gozar a un villano La hermosura que deseo. Después que della me canse, Podrá ese rústico necio Casarse; que yo daré Ganado, hacienda y dinero Con que viva, que es arbitrio De muchos, como lo vemos En el mundo. Finalmente, Yo soy poderoso, y quiero, Pues este hombre no es casado, Valerme de lo que puedo.

Vanse, y salen DON TELLO y criados con mascarillas. D. TELL. Muy bien me habéis entendido. CELIO. Para entenderte, no creo Que es menester, gran señor, Muy sutil entendimiento. D. TELL. Entrad, pues, que estarán solos La hermosa Elvira y el viejo. CELIO. Toda la gente se fué Con notable descontento De ver dilatar la boda.

D. TELL. Pues ése fué tu hermosura. ELVIRA. Mal pruebas lo que procura Tu ingenio. D. TELL. ¿Yo pruebo mal? ELVIRA. El basilisco mortal Mata teniendo intención De matar, y es la razón Tan clara, que mal podía Matarte cuando te vía Para ponerte afición. Y no traigamos aquí Más argumentos, señor. Soy mujer y tengo amor: Nada has de alcanzar de .

SANCHO. Escucha, Elvira, mi bien: Yo me dejaré matar. ELVIRA. Yo ya me sabré guardar Aunque mil muertes me den. D. TELL. ¿Es posible que se estén Requebrando? ¿Hay tal rigor? ¡Ah, Celio, Julio! Salen CELIO y JULIO. JULIO. Señor. D. TELL. ¡Matadlos a palos! CELIO. ¡Mueran! Echanlos a palos. D. TELL. En vano remedio esperan Tus quejas de mi furor.

Palabra del Dia

aprietes

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