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Actualizado: 8 de junio de 2025
7 He aquí es la cama de Salomón; sesenta fuertes la rodean, de los fuertes de Israel. 8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra; cada uno su cuchillo sobre su muslo, por los temores de la noche. 9 El rey Salomón se hizo un tálamo de madera del Líbano. 10 Sus columnas hizo de plata, su solado de oro, su cielo de grana, su interior enlosado de amor, por las doncellas de Jerusalén.
Crúzase, por ventura, con la hermana Lucidia, y le dice, al paso, sin detenerse: Grandes nuevas han llegado. Nos uniremos en himeneo, ángel consolador. Nuestro tálamo estará labrado en sándalo; digo, ¡qué impropiedad!, en otras maderas preciosas y adornado con gemas orientales. Ya está Apolonio en la fuente de los laureles, llenando con agua apócrifa la botella de agua de Vichy.
En el coro de Amor con voz Sirena Corazones atraes, vidas encantas, Nise divina, con dulzuras tantas, Que reduces á gloria lo que es pena. Suspendida no canta Filomena, La suavidad oyendo con que cantas, Y á las métricas voces que levantas, El céfiro en los árboles no suena. El arroyo entre flores detenido, Al dulce quiebro de tu acorde lira, Queda en florido tálamo dormido.
Una señorita recién casada abandonó a su esposo al mes de la boda con asombro de los materialistas como herida por la nostalgia de la devoción y prefiriendo la poesía de la fe a las impurezas del tálamo. El padre se quedó sin hija y el esposo sin mujer. Las Hijas de la Salve eran una institución incontrastable. ¿Qué autoridad civil ni judicial podía oponérseles?
Buscó subterfugios para no confesar aquello, se engañó a sí misma, y el Magistral sólo supo que Ana vivía de hecho separada de su marido, quo ad thorum, por lo que toca al tálamo, no por reyerta, ni causa alguna vergonzosa, sino por falta de iniciativa en el esposo y de amor en ella. Sí, esto lo confesó Ana, ella no amaba a su don Víctor como una mujer debe amar al hombre que escogió, o le escogieron, por compañero; otra cosa había: ella sentía, más y más cada vez, gritos formidables de la naturaleza, que la arrastraban a no sabía qué abismos obscuros, donde no quería caer; sentía tristezas profundas, caprichosas; ternura sin objeto conocido; ansiedades inefables; sequedades del ánimo repentinas, agrias y espinosas, y todo ello la volvía loca, tenía miedo no sabía a qué, y buscaba el amparo de la religión para luchar con los peligros de aquel estado. Esto fue todo lo que pudo saber el Magistral sobre el particular; nada de acusaciones concretas.
La colocan luego en un resplandeciente lecho de cristal, que ya parece féretro, ya tálamo.
Por donde quiera que vayas, Tan infeliz como hermosa, Agua de lágrimas bebas Y pan de dolores comas; En el sudor de tu cara Veas que el afán reposa; Paras con dolor tus hijos; Y tú, serpiente engañosa, El pecho por tierra arrastres, Gimas muda y silbes ronca; El mundo, tálamo injusto De sus adúlteras bodas, Tengo de borrar,
¡Oh cruel e inconsiderada mujer -decía-, con qué facilidad te moviste a poner en ejecución tan mal pensamiento! ¡Oh fuerza rabiosa de los celos, a qué desesperado fin conducís a quien os da acogida en su pecho! ¡Oh esposo mío, cuya desdichada suerte, por ser prenda mía, te ha llevado del tálamo a la sepultura!
La escena es en la ciudad de Capilavastu: 593 años antes de Cristo. Interior del magnífico palacio del Príncipe Sidarta. Es de noche. Cámara del tálamo, iluminada por una lámpara de oro. PRATYAPATI. Los más vigilantes siervos del rey Sudonán rondan en torno de este palacio. Las puertas de la ciudad están defendidas. No se irá. Es menester que no se vaya. Sin él ¿qué será de nosotras?
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el extendimiento denuncia la obra de sus manos. 4 En toda la tierra salió su hilo, y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol. 5 Y él, como un novio que sale de su tálamo; se alegra, como un gigante, para correr el camino.
Palabra del Dia
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