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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Escribió un drama heroico, un drama caballeresco, la epopeya de los conquistadores en las Indias vírgenes, con estrofas sonoras en las que vibraba un tintineo de espadas y corazas, y los profesionales recibieron sonriendo como hienas a este niño de buena familia que venía a quitarles el pan de la mesa. Muy bonitos los versos, pero «aquello no era teatro». Resultaba demasiado poeta para la escena.
Su marido se le aparecía como un hombre nuevo; ella se creía también ser una mujer nueva, acabada de nacer. ¿Acaso escapar a una muerte cierta, no es nacer una segunda vez? Hacía remontar su nacimiento a la primavera y se decía sonriendo: «Soy una niña de cuatro meses.» La vieja condesa la confirmaba en aquella idea tomándola en brazos como a una criatura.
Una consolita, un espejo, algunas sillas forradas, cortinas en la alcoba, y detrás de ellas, una cama bien aderezada, con colcha de punto de estambre y sábanas con encaje ordinario. Todo despedía un olor de limpieza y curiosidad que me fue grato. ¡Oh, qué lujo! dije, sonriendo . Vamos, Paca, que no vive usted tan mal.
Ana llamó a Lucía con una mirada, y así que la tuvo cerca de sí, sin decir palabra, y sonriendo felizmente, trajo sobre su seno con un esfuerzo las manos de Lucía y de Sol, que estaban cada una a un lado de ella, y paseando sus ojos por sobre sus cabezas, como conversándoles, retuvo largo tiempo unidas las manos de ambas niñas bajo las suyas.
Dejó escapar un sollozo ahogado, se llevó la mano al corazón y salió corriendo de la estancia. Vamos; a encerrarse a su cuarto, como siempre dijo doña Rosalía, sonriendo irónicamente.
En este momento, sí dijo sonriendo ; pero no le molestaré mucho con mi presencia. Y el panzudo burgués se mostraba obsequioso, humilde, como si pidiera perdón por haber usurpado su puesto en la cárcel. Yáñez le miraba fijamente: tanta timidez le asombraba. ¿Quién sería aquel sujeto?
Sí, sí, como que estaba junto a la ventana. Ah, ¡qué mujer! qué... Vamos, vamos, Reina, un poco de calma prosiguió el cura que estaba tembloroso y encendido. Esta misma noche escribiré a tu tío. Escribid pronto, mi querido cura. Lo que quiero es que venga a buscarme en seguida. Esperémoslo respondió al cura, sonriendo al mismo tiempo con bondad y con tristeza.
Sus largos cabellos grises se agitaron, sus pálidas y contraídas mejillas se estremecieron y sus ojos despedían relámpagos. En aquel momento Catalina parecía hermosa, hermosa como la anciana Margarita de la que había hablado Yégof. Hullin le tendió la mano en silencio, sonriendo de entusiasmo, y dijo: ¡Perfectamente, perfectamente!... En la familia somos siempre lo mismo.
Julita soltó una estrepitosa carcajada, cuyos ecos llegaron hasta el gabinete de Miguel. «¿De qué se reirá aquella loca?» se preguntó éste sonriendo también frente al espejo mientras se aderezaba para salir. ¡Miguel! ¡Miguel! gritó su hermana desde el pasillo. Ven aquí, por Dios; ¡mira, por tu vida!
Al cabo de unos momentos de silencio uno de los paisanos le preguntó sonriendo: ¿Querías decir un recado á Bartolo? Sí, una palabrita al oído nada más respondió el mozo fijando sus ojos airados en el techo. Nuevo silencio. Todos le contemplan con atención y curiosidad. Si tienes mucha prisa, esta misma noche antes de retirarme pasaré por su casa y se lo diré manifestó con sorna Martinán.
Palabra del Dia
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