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Actualizado: 4 de noviembre de 2025
¡Pero tú también eres señorita! apuntó Nolo en voz baja y sonriendo. El semblante de la joven se oscureció. ¡Calla! ¡calla! No hables de eso.
Este, siempre sonriendo, se levantó, atravesó el salón con admirable aplomo y fué á ofrecer el brazo á la cantante. Los dos de pie, en medio de la concurrencia, parecían desafiar la suerte. La altiva frente de Jenny no se bajó y la cantante entró con paso firme en aquel salón, donde sabía que se iba á decidir su porvenir.
Con que son exactas estas partidas. Lo serán si están firmados los recibos por mí. Tengo poca memoria, sobre todo en cuestiones de dinero. Es una gran felicidad repuso sonriendo irónicamente Osorio, mientras volvía a guardar en la cartera los papeles . Yo también he intentado muchas veces prescindir de ella.
El enorme contrabandista, montado en un altísimo rocín de musculosa y reluciente grupa, se volvió sonriendo para sí; agitó luego la espada con un ademán expresivo, y la tropa se perdió en los pinares. En aquel momento los alemanes, con las piezas de ocho, llegaban a la meseta y se formaban en batería, mientras que la columna de Framont trataba de escalar la ladera.
Aquí está Pepa Frías dijo sonriendo Mariana, la esposa de Calderón. Eso es; aquí está Pepa Frías respondió con afectado mal humor la misma . Una mujer que no tiene pizca de vergüenza al poner los pies en esta casa. Los tertulios rieron. ¿Tú te crees por lo visto que soy de la Inclusa? ¿que no tengo casa?
¿De veras me encuentra usted hermosa?... Yo lo aprecio a usted mucho. ¿Cuál de los dos da más al otro? Una sola mirada de usted vale más que todo lo que hay en mí y que todo lo que pudiera ofrecerle en cambio. Ofrezca usted, con todo díjome ella sonriendo, y me contentaré con lo que sea.
Yo le digo que eso de la cojera lo ha inventado él para llamar la atención. Tan cojo es, como usted y como yo. ¡Si usted me lo hiciera bueno! profirió Sanjurjo, sonriendo con resignación. Aquel toque de broma, les puso alegres. Don Víctor contaba las proezas de su compañero en diversas ocasiones.
Sonriendo, el ilustre autor repuso: ¡Pero si yo no soy actor!... Soy Edmundo Rostand... ¡Ah! En tal caso replicó su interlocutor, imperturbable, mejoro mi oferta. ¿Le convienen á usted cuatrocientos francos?... La proposición, efectivamente, era tentadora, pero Rostand la rechazó; los tiempos varían: el gran Molière, en su lugar, seguramente la hubiese aceptado.
Y lo que teme, sobre todo, es que yo me queje al señor de Pavol, y le pida que me lleve a su casa. La amenazaré con escribirle a mi tío, y no estoy muy lejos continué después de un instante de reflexión, de hacerlo el día menos pensado. ¡Bah! siquiera eso es una cosa inocente dijo sonriendo el buen cura. ¡Veis, veis: vos mismo me aprobáis! exclamé batiendo palmas.
Se plegaba con una paciencia angelical a los hábitos del idiota, caído en la condición de bestia; aprendía a comprender los sonidos inarticulados que el enfermo dejaba oír, y lo miraba sonriendo cuando le rompía el juguete más preciado. El idiota se acostumbró tanto a esa compañía que no quería pasarlo sin ella.
Palabra del Dia
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