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Actualizado: 3 de junio de 2025
Se deslizaron al otro lado de la barrera de carros sin fijarse en este paisano curioso. Iban á continuar su avance á través del pueblo, cuando sonó una detonación enorme, conmoviendo el horizonte delante de ellos, haciendo temblar las casas. ¿Qué es eso? preguntó el oficial mirando por primera vez á Desnoyers. Este dió una explicación: era el puente, que acababa de ser destruído.
Y ábrazados llorarán lágrimas de perdón exclamó el padre muy conmovido y cruzando las manos. ¡No! gritó Navarro, y aquella sílaba sonó como un tiro. El jesuita se quedó perplejo, mirando a su amigo con espanto.
A través de sus párpados entornados vió cómo el grupo de hombres iba desatando la barra mortífera, poniéndola en posición horizontal. Su tamaño era doble que la estatura de ellos. Sonó abajo un leve silbido, y volvieron á echar la cuerda. El hombre que subía ahora carecía de agilidad, hundiendo pesadamente sus pies entre las costillas del gigante, como si temiera caerse.
Oyóse primero la voz de una criada que decía: Señorita, señorita, Doña Lucía está llamando á su merced. Un momento más tarde sonó en el patio contiguo una voz argentina y simpática, que respondía: Allá voy; sal á la calle; ¿para qué he de entrar en tu casa? Salieron D. Fadrique y Doña Lucía, y hallaron ya á Doña Clara en la puerta.
Cuatro muchachas con hueca falda, mantilla de seda caída sobre sus ojos y aire pudoroso y monjil, agarraron las patas de la mesilla, levantando todo el blanco catafalco. Como el disparo que saluda á la bandera que se iza, sonó un gemido extraño, prolongado, horripilante, algo que hizo correr frío por muchas espaldas.
No volverán». Al decir esto, un terrible chasquido sonó bajo nuestros pies en lo profundo del sollado de proa, ya enteramente anegado. El alcázar se inclinó violentamente de un lado, y fue preciso que nos agarráramos fuertemente a la base de un molinete para no caer al agua. El piso nos faltaba; el último resto del Rayo iba a ser tragado por las olas.
Tiramos de una cadena que colgaba cerca de la puerta y sonó una campana a lo lejos. Salió a la puerta una criada vieja, y Allen le dijo que éramos náufragos. -Se lo voy a decir al capitán. Esperad. Desapareció, y al poco rato se abrió una de las ventanas iluminadas de la casa y se presentó en ella una figura de hombre, que gritó: ¡Eh, los náufragos! ¡Adelante!
Es necesario que le digáis, que le hagáis creer que nada os importa ya don Juan. Os comprendo, os comprendo, descuidad. En aquel momento sonó el ruido de una carroza y Casilda entró azorada. ¡El duque de Lerma! exclamó. El duque... lleváos al momento esta mesa... y vos... vos don Francisco, escondéos aquí. ¡Cómo! ¿en vuestro dormitorio? Sí, sí, desde ahí podréis oír y ver.
11 Y yo y él soñamos sueño una misma noche: cada uno soñó conforme a la declaración de su sueño. 13 Y aconteció que como él nos declaró, así fue: a mí me hizo volver a mi asiento, e hizo colgar al otro. 16 Y respondió José al Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será el que responda paz al Faraón. 18 y que del río subían siete vacas gruesas de carne y hermosas de forma, que pacían en el prado.
¿Por qué estaba tan alegre esa muchacha?... repitió la señorita Guichard pensativa. Pasó la velada jugando al bezigue con Bobart y soñó por la noche que Roussel había entrado á viva fuerza en el castillo, con la cara embadurnada de negro, como los antiguos bandidos, y la había puesto un puñal en la garganta para obligarla á decir dónde había ocultado á su sobrina.
Palabra del Dia
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