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Actualizado: 26 de julio de 2025
Dos hijos le quedaron: Rufinita, cuyo nombre no es nuevo para mis amigos; y Valentinito, que ahora sale por primera vez. Entre la edad de uno y otro hallamos diez años de diferencia, pues á mi Doña Silvia se le malograron más ó menos prematuramente todas las crías intermedias, quedándole sólo la primera y la última.
¿Va usted esta noche a casa de doña Silvia? preguntole Rubín. Eso pienso. Si tú sales me dejarás allá, y luego irás a buscarme a las once en punto. Esto contrariaba a Maximiliano, porque le tasaba el tiempo; pero no dijo nada. Y esta tarde, ¿sale usted? preguntó luego deseando que su tía saliese antes de comer, para verificar, mientras ella estuviese fuera, la sustitución de las huchas.
Y con el trato frecuente que las dos señoras tenían, doña Silvia llegó también a ejercer gran influencia sobre su amiga, imprimiendo en esta algunos rasgos de su fisonomía moral. Era hombruna, descarada y cuando se ponía en jarras hacía temblar a medio mundo. Más de una vez aguardó en la calle a un acreedor, con acecho de asesino apostado, para insultarle sin piedad delante de la gente que pasaba.
Iniciábase con una bastante buena descripción de Silvia... ¡No tuvo mal ojo Aguilar, ni fue parco en transmitir sus impresiones al cuentista! La niña se presentaba tal cual era: la silueta fina y esbelta, los movimientos vivos, la nariz ñata y maliciosa, los cabellos de un rubio rojizo, carnosos labios, ojos claros, velados por negras pestañas... en fin, una francesilla picante y moderna...
Y entonces no habrá quien me tosa... ¡Oh!, si no lo sintiera aquí dentro, yo y tú seríamos iguales, tan loco el uno como el otro, y entonces sí que debíamos matarnos. Oíase el run run de las despedidas de doña Silvia y Rufinita en el pasillo. A poco entró la de Jáuregui, y viéndola su sobrino, se volvió al sofá, dejando a su mujer en pie en medio del cuarto.
Ya sé quien eres, cristiano, Tu virtud, valor, y suerte, Y sé que presto has de verte En el patrio suelo Hispano. Esta Silvia es tu muger? Si señor. Y adonde ibas Quando en las aguas esquivas Perdiste todo el placer? Yo te lo diré, señor, En verdaderas razones. De otro Rey y otras prisiones Fui yo esclavo, que fue amor.
Y desde aqui te prometo, Que si conduces á efeto Mi amorosa voluntad, De darte la libertad, Y serte amigo perfeto. En todo lo que quisieres, He, señor, de complacerte, Por ser tu esclavo, y por verte Que melindres de mugeres Te traigan de aquesta suerte. De qué nacion es la dama Que te enciende en esa llama, Sin mirar en su interes? Española dicen que es. El nombre? Silvia se llama. Silvia?
Después aparecen los dos esclavos Saavedra y Pedro Alvarez, y describen los males del cautiverio. Izuf encarga á Aurelio que le concilie las buenas gracias de Silvia, y él finge que se prepara á desempeñar su comisión. La escena siguiente representa un mercado de esclavos, y los horrores de estas compras de carne humana.
Que el Cielo, ¡oh la más amable de las flores!, multiplique a tu alrededor la blandura de los tapices húmedos, la frescura de las nuevas sombras y el soplo de los nuevos céfiros. Esta silvia, la fresca silvia, la flor de la soledad y de la primavera, la dulce anémona de los bosques.»
Y aunque pudiera esperar De tí un rescate crecido, A tal termino he venido, Que tu me has de rescatar. Mas entanto que á la clara Veas quanto hago por tí, Ven, Silvia, vente tras mí, Verás á tu ama Zara. Vamos, señor, en buena hora. Silvia, no tanto señor, Pues la ventura y amor Os ha hecho á vos mi señora. Seais, Izuf, bien llegado: Cuya es la esclava? Mia. Vuestra soi, señora mia.
Palabra del Dia
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