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Actualizado: 8 de junio de 2025
Lo levantó con un cuerno, arrojándolo a algunos pasos de distancia tras breve zarandeo, y quiso volver sobre él por tercera vez. La muchedumbre, aturdida por la velocidad con que había ocurrido todo esto, permanecía silenciosa, con el pecho oprimido. ¡Lo iba a matar! ¡Tal vez lo había matado ya!... De pronto, un alarido de todo el público rompió este silencio angustioso.
Con las tres hermanas vivía un hermano solterón, Eduardo, y una tía abuela, muy anciana ya; atacada de parálisis, nunca salía de su habitación. Y la casa parecía aun más grande y más silenciosa, cuando Eduardo se iba con alguna de ellas a una estancia lejana, donde solían pasar largas temporadas.
Durante unos minutos hubo una lucha silenciosa y conmovedora entre los dos hombres que defendían su libertad y su vida y los que trataban de quitárselas. ¡Alto, la lancha, en nombre de la ley! ¡Alto! dijo la voz ronca y furiosa del vigilante. ¡Adelante! respondió con firmeza la voz de Marenval.
Martín la ha llevado a vuestra tienda. ¿Cómo ha sucedido eso? ¿cómo ha sucedido? Desde hacía un momento notaba yo que se había puesto pálida y silenciosa; y, al preguntarle qué tenía, me dijo que le dolía el pie. A pesar de eso, no quiso sentarse, y de repente se desmayó en medio de la sala. ¿Y entonces, entonces, qué? La levanté y la llevé en seguida a su sitio mientras mandaba buscar a Martín.
Ella, grave y silenciosa, volvió á entregársela. Pero tanto llegó á enfadarle aquella prueba de afecto, que se puso nerviosa y un día le dijo bruscamente: Mira, suéltame la mano. ¿Por qué? preguntó él tímidamente. Porque me dan calor las tuyas, ¿sabes? Velázquez, confuso, hizo lo posible por echarlo á broma, pero se abstuvo en adelante de molestarla. Todavía era feliz, sin embargo.
La joven permanecía rígida y silenciosa: los esfuerzos del guapo no lograban desarrugarla. Al fin se decidieron á retirarse. Velázquez había prevenido al mozo con una seña, y al pedir la cuenta se encontró con que ya estaba pagada. Soledad hizo un movimiento de impaciencia y disgusto, que no pasó desadvertido para el guapo. Pero Antonio halló el paso muy delicado y se puso de mejor humor.
Además, los amigos lo notaban... Estaba quedando en ridículo...» Soledad permaneció algún tiempo silenciosa.
Ante la sala silenciosa y palpitante, tan fácil al aplauso como á la protesta, los artistas se despedazan, noblemente unas veces, recurriendo otras á triquiñuelas de mala ley. Los hombres olvidan su galantería, las mujeres su misericordia. Si el galán puede «pisarle» una frase ó «robarle un efecto» á la primera actriz, lo hace, y viceversa.
Quedó silenciosa un momento, como quien está ideando un medio de resolver un dilema; después me respondió: Si quiere usted venir, para mí será un verdadero placer. Sí, debe ayudarme, porque puede ser que descubramos la clave del enigma cifrado de las cartas. Mi pobre padre, medio mes antes de morir, estuvo allí unos tres días. ¿Y cuándo partiremos?
¡Oh, Dios mío! exclamó Dorotea. ¡Qué debía yo hacer! exclamó con acento roncó el bufón ampararte, criarte, velar por ti... y no tenía dinero... ¡el diablo á veces acude al auxilio de los desesperados y acudió al mío! Y el bufón soltó una carcajada opaca, silenciosa, horrible. Dorotea se sentía estremecida por un terror inexplicable.
Palabra del Dia
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