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La carcajada lanzada por Santa Cruz retumbó en la cavidad de la plazoleta silenciosa y desierta con ecos tan extraños, que los dos esposos se admiraron de oírla.

La primera vez que Maurescamp y sus amigos vieron por entre el humo de sus cigarros a Juana sentada en uno de esos bancos, sintiéronse no solamente sorprendidos, sino también disgustados. Había entrado sin hacer ruido, sin ser notada, sentándose silenciosa y observaba a los tiradores.

Se llamará Julio, y quiero que se parezca á mi pobre finadaDesde la muerte de su esposa, que ya no la llamaba «la china», sintió algo semejante á un amor póstumo por aquella pobre mujer que tanto le había aguantado durante su existencia, siempre tímida y silenciosa. «Mi pobre finada» surgía á cada instante en las conversaciones del estanciero, con la obsesión de un remordimiento.

Eran los escultores de aquellas caprichosas e ingentes figuras que permanecían en pie, atentas, con gravedad silenciosa, a la invasión del hombre en las misteriosas esferas geológicas.

Me puse de codos en el alféizar, y allí pasé la noche, solo con mi dicha y mis recuerdos. El constelado firmamento hacía gala de sus pálidos fuegos, la tierra dormía silenciosa, y de cuando en cuando se oía a lo lejos el ladrido de un perro o el canto de un gallo.

Se sentó, mejor dicho, se dejó caer sobre el césped, y acometido a la vez por la admiración, el temor, el bienestar y la sorpresa, giró la vista en torno, contemplando el templo sublime de la naturaleza. No osaba mover un dedo siquiera por no turbar la majestad silenciosa y la paz de sus naves.

Después fue introducido el ataúd en el templo; la comitiva le acompañó, silenciosa, por la nave antigua, dividiéndose en dos filas cerca de las rejas del coro; el pueblo se arrodilló y comenzó la ceremonia. ¡Qué espectáculo ofrecía a mis ojos y qué sensaciones producía en mi corazón aquella pompa conmovedora que la religión ha colocado como un punto de reposo entre la muerte y la eternidad!

En esos momentos una sonrisa se dibuja en sus labios, y una silenciosa lágrima rueda por sus facciones, valientes, cual los fieros elementos que las rodean, rudas, como el aquilón que sobre ellas se estrella, y vivas, cual los tropicales rayos que las alumbran. La lágrima del hijo del mar compendia toda una existencia de recuerdos.

Y ahora, con aquella meditación de crepúsculo, junto a su madre silenciosa y recogida también en sus recuerdos, se puso a musitar el primer verso del poema: "Pourquoi pleures-tu petite Christine?" Imaginó ser ella misma, en la media noche de invierno, la heroína del poema, y repetía sus tristes y tiernas palabras: "Mon fiancé dort sous la noire terre, Dans la froide tombe il rêve de nous.

Reynoso nada sabía de sus disgustos domésticos, porque jamás le hablaba de ellos en sus cartas. Sólo tenía conocimiento de la muerte desastrosa del marquesito del Lago. Quedose pensativo y una lágrima silenciosa rodó por sus tostadas mejillas. ¡Pobre Clara! murmuró . Merecía ser feliz.