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Elena se presentó en la estancia para ver el cadáver de su madre, y Desnoyers, que llevaba más de un año sosteniendo á los fugitivos á espaldas del suegro, aprovechó la ocasión para vencer el enojo de éste. La perdono dijo el estanciero después de una larga resistencia . Lo hago por la pobre finada y por ti. Que se quede en la estancia y que venga con ella el gringo sinvergüenza. Nada de trato.

Porque, ¿no podía ahora arriesgarse cuantas veces se le presentara la ocasión de decirle las cosas más tiernas a Nancy Lammeter, prometerle, así como él mismo, que sería siempre lo que ella quisiera? No había algún peligro de que su finada esposa fuera reconocida.

Su locura senil tomaba un carácter lúbrico, expresándose con un lenguaje que escandalizaba ó hacía reir á todos los de la estancia. ¡Ah, ladrón, y qué lindo eres! decía mirando al nieto con sus ojos que sólo veían pálidas sombras . El vivo retrato de mi pobre finada... Diviértete, que tu abuelo está aquí con sus pesos.

La noticia de su muerte había cundido por la ciudad, y como su influjo en los grandes centros sociales, a pesar de los desastres políticos del partido de la finada, era de vieja data, la casa se vio llena toda la noche de las eminencias del pasado, destronadas por el presente. El primero con quien me encontré en la sala, fue con el doctor Trevexo. ¡Cómo había envejecido y enflaquecido!

Se hizo allí una reunión de solteros alegres y de casados emancipados de todas edades; había dinero de sobra, y por consiguiente abundaban las comidas joviales, los vinos, las diversiones de todo género y el elemento amable: las mujeres. En un día, don Benito, el lanzador de mi tío, le hizo despedir o colocar caritativamente por ahí a todo el mulaterío antiguo de la finada.

El viejo mejoraba considerablemente á la esposa de Desnoyers; pero aun así, quedaba una parte enorme para «la romántica» y los suyos. «Hago esto decía en memoria de mi pobre finada y para que no hablen las gentesVenían á continuación ochenta y seis legados, que formaban otros tantos capítulos del volumen testamentario.

La difunta se había olvidado de su suerte; no le faltarían razones para ello: bastante había hecho sacándole de su mísera condición. Pero la familia, con el deseo de no desatender el más leve vestigio de la voluntad de la finada, había resuelto protegerle para que terminase su carrera. Iban a darle de una vez tres mil pesetas, cortando para en adelante toda relación y compromiso.

Se llamará Julio, y quiero que se parezca á mi pobre finadaDesde la muerte de su esposa, que ya no la llamaba «la china», sintió algo semejante á un amor póstumo por aquella pobre mujer que tanto le había aguantado durante su existencia, siempre tímida y silenciosa. «Mi pobre finada» surgía á cada instante en las conversaciones del estanciero, con la obsesión de un remordimiento.

La señorita Nancy se parece de un modo sorprendente a su finada madre; ¿no es cierto, doctor Kimble? dijo la gorda señora de este apellido buscando con los ojos por todas partes a su marido. El doctor Kimble los boticarios de campaña gozaban antiguamente de aquel título sin la sanción de un diploma , hombre esbelto y ágil corría de un extremo a otro de la pieza con las manos en los bolsillos.