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En fin, todo me volvía cavilar, cavilar, sin sacar nada en limpio... Entonces dije: voy a darle un susto esta noche... Ha sido un susto muy agradable. Si no llega V. a pararse delante de mi casa y a quedarse mirando a los balcones, no salgo del portal... pero aquello me decidió. Momento de pausa, en el cual me acudió a la mente un tropel de pensamientos que todavía me avergüenzan.

Era un reloj de repetición, y en su presencia era forzoso andar con mucho cuidado, porque en seguida le faltaba tiempo para ir con el cuento a su papá. Días antes había hecho reír al buen señor con esta delación inocente: «Papá, dice D. Manuel que yo salgo a ti... en que guardo todos los cuartos que me dan». Lo que le valió un cariñoso estrujón y un beso de su papá querido.

Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor que, desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas.

Mañana mismo dijo el viejo salgo para la Puna, y recto, recto, me planto no más en la tumba de esa señora. No añadas explicaciones; conozco la travesía. Antes de un mes me tienes aquí con el recibo. Y se marchó. Ovejero pasó unos días en plácida tranquilidad.

Todas esas casas, cuajadas de marineros ebrios, soeces, tambaleándose. Aquí, un hotel; entro y a los pocos instantes salgo a la calle asfixiado. Adelante; he ahí el mejor de Colón. Entro en el bar-room que ocupa toda la sala baja; hay dos billares donde juegan marineros en mangas de camisa y mascando tabaco.

Mucho volvió a afirmar Miguel inclinando la cabeza. Dentro de quince días nos examinamos del primer semestre; si salgo bien, me faltarán cuatro años y medio nada más para salir a teniente del cuerpo...; por supuesto, si no pierdo algún semestre. Hacen falta oficiales; de modo, que lo más probable es que no aprieten mucho... Además, estos quince días pienso estar empollando el álgebra.

Veremos si al fin me salgo con la mía, que es un grano de anís, nada menos que levantarles un edificio de nueva planta, un verdadero palacio con la holgura y la distribución convenientes, todo muy propio, con departamento de esto, departamento de lo otro, de modo que me quepan allí doscientos o trescientos huérfanos, y puedan vivir bien y educarse y ser buenos cristianos». ii<sc/>

Conque es decir que por un lao se me dan treinta riales de menos, y por otro me rebajas en la cuenta otros tantos.... ¡Tina!, pues ahora salgo peor; treinta de acá ... y treinta de allá.... Esto no lo dejo yo así, y ahora mesmo voy al Muelle, ¡retiña! ¡Anda, burro, más que burro!... ¡Este hombre no tiene timón en la cabeza! ¡Mal vendaval te sople, animal!...

Acompañadme á pasar allí un dia ordinario, y en todos sus incidentes hallareis mas de cuatro revelaciones. Son las siete de la mañana y salgo á buscar el sol y el aire puro. Madrid despierta á medias. Sus ricos capitalistas, sus gentes de la aristocracia y sus hombres del mundo elegante y político, duermen profundamente.

A la mañana siguiente el peligro se había desvanecido. Los obreros hablaban de generales y de guerra, enseñándose mutuamente sus libretas de soldado, anunciando la fecha en que debían partir así que se publicase la orden de movilización: «Yo salgo el segundo día.» «Yo el primeroLos del ejército activo que estaban con permiso en sus casas eran llamados individualmente á los cuarteles.