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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Íbase Tosilos desenlazando la celada, y rogaba que apriesa le ayudasen, porque le iban faltando los espíritus del aliento, y no podía verse encerrado tanto tiempo en la estrecheza de aquel aposento. Quitáronsela apriesa, y quedó descubierto y patente su rostro de lacayo. Viendo lo cual doña Rodríguez y su hija, dando grandes voces, dijeron: ¡
El grumete veía todo esto a la luz de su farol, tratando de no perder ni una convulsión, ni un rechinar de dientes a fin de ser exacto en su relación, pero rogaba a Dios por ellos; ¡el pobre y digno muchacho!
Se mataban entre ellos, sin molestar al de fuera, porque le creían extraño a su vida, indiferente a sus pasiones. ¡Pero si el extranjero se mezclaba en sus asuntos, y además de extranjero... era mallorquín!... ¿Cuándo se había visto a gentes de otras tierras disputarles la novia a los ibicencos?... Don Jaime, ¡por su padre! ¡por su noble abuelo! Se lo rogaba Pep, que le conocía desde niño.
Después de este triunfo preliminar, Golbasto se lanzó á la declamación de la poesía de su amigo y protector. El canto á la revolución triunfante de las mujeres empezaba con un exordio, en el que el poeta rogaba al sol que acelerase su salida de entre las espumas oceánicas para no llegar con retraso y poder presenciar el suceso más grande de la Historia.
Y estando así triste él y los suyos por lo que ya habeis oido, parescióle que era bien inviar sus mensajeros á los caciques de los pueblos comarcanos, haciéndoles saber en la necesidad en questaba y cómo habia inviado sus mensajeros á su padre, el cual no le habia querido inviar ningun socorro; que les rogaba que le favoresciesen con sus poderes y gente.
Por lo tanto me rogaba que aceptase la invitación en su lugar, asegurándome que la casa, aunque modesta, era cómoda y limpia, y que su hermana se avendría al cambio con placer; acabando por recordarme las molestias que me aguardaban en los coches atestados del tren, en mis idas y venidas entre Zenda y Estrelsau.
¡Ah, tía Silda, que buena es usted! yo sin conocerla, siempre me la había figurado así... Yo soy Susana, su sobrinita, que tanto la quiere, porque yo la quiero, tía Silda, mucho, muchísimo; ¡qué alegre estoy! la veo aquí y no lo creo... Es Dios mismo quien le ha inspirado este paso, y su corazón bondadoso: yo siempre rogaba por usted y por el tío Pablo, y pedía en todas mis oraciones que la reconciliación se hiciera, porque no había razón, no había razón... ¿Vendrá también el tío Pablo? hoy es día de fiesta para mí, y eso que debiera estar triste, porque, ¿ve usted tía? estamos de mudanza, los muebles van al remate y nosotros al Frigal... pobres como usted, tía Silda, pobres, después de haber tenido tanto.
Gil de Mesa, encargado en ocasiones semejantes de decir de viva voz lo que no era bueno quedara escrito . Sólo cuando Enrique, declarada la guerra á España, le escribió directamente con fecha 30 de abril, manifestando el deseo de hablar de asuntos de importancia, á cuyo fin rogaba á la Reina le consintiera hacer el viaje y al Conde de Essex que lo facilitara , se resignó á emprender la marcha declarando, y esta vez por escrito, al Conde, que separarse de él era tanto como morir, porque á su lado vivía .
Su curiosidad era una fiebre intensa que de ningún modo podía calmarse. Cada vez era mayor su desconsuelo por no ver a la Nela; pero en tanto rogaba a Florentina que no dejase de acompañarle un momento. El tercer día le dijo Golfín: Ya se ha enterado usted de gran parte de las maravillas del mundo visible. Ahora es preciso que vea su propia persona. Trajeron un espejo y Pablo se miró en él.
Iba, venía, rogaba a la diosa favorable al matrimonio, suplicaba a su padre o a su tutor que la encontrasen un marido, los llevaba en caso de necesidad a los tribunales, y no por eso encontraba lo que era el objeto de sus sueños. Agriábase entonces su carácter, su humor se ponía triste y acerbo su pensamiento.
Palabra del Dia
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