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Actualizado: 15 de mayo de 2025
41 Y he aquí un varón, llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; 42 porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, le apretaba la multitud.
Guardaba en la cómoda, amorosamente, junto al pañuelo perfumado, un grueso cuaderno, donde escribía sus más íntimos pensamientos y donde le rogaba al doctor que renunciase a sus visitas cotidianas al restorán Babilonia, al champaña y a la vida de libertino que ella sospechaba.
Al tiempo, pues, que ya lo concertaba De dar en D. Gabriel que vá marchando, El indio guaraní lo revelaba, Que con Salgado iba caminando. Y aunque el Salgado bien se lo rogaba, No quiere el guaraní seguir su bando, Que dice, que de andar está cansado Tras D. Diego, que siempre le ha burlado.
Con priesa Cayú vuelve en compañia Del falso Yamandù, que confiaba Que muy presto al sobrino llevaria, Que Garay en sus cartas lo rogaba. Con ánimo gallardo y alegria, Al Capitan el preso demandaba; La gente dice toda, pues tenemos El pajaro en la mano, ¿què hacemos?
El Vizconde, a pesar de tantos saludos y conversaciones diversas, no dejaba de insistir en su pretensión. De vez en cuando, en los intermedios, esto es, siempre que Rafaela dejaba de hablar a una persona para ir a hablar con otra, el Vizconde, con palabras rápidas, dichas casi al oído de ella, le rogaba que le amase. Ella parecía no oír o no entender y no le daba respuesta.
Á esto le respondió Vicaquirao, que si Viracocha Inca lo habia proveido, que lo que de allí habia ganado que lo guardase, que no restituía tan aina los amigos y deudos que allí habia perdido. El señor dijo que ya aquello era hecho, y que en ello no habia que hacer ni hablar, que en acuerdo loco lo habia proveido Viracocha Inca; que le rogaba que le dijese que á qué volvia y qué era su demanda.
Trae aceite, todo el aceite que haya en la cocina.... Al fin se decide usted a comer algo. Trae una gran fuente. Trae la caja de lamparillas. Trae las velas que haya en casa. Encima de la cómoda había una imagen de la Virgen de Covadonga. Felicita encendió una gran iluminación delante de la imagen. De rodillas, rogaba: ¡Señora, sálvalo!
Su marido le rogaba que se recogiera; más ella «tenía harto que hacer para acostarse tan temprano...». ¡Ay!, la tertulia de doña Tula y aquel charla que te charla de Pez y Serafinita, habíanle puesto su cabeza como un bombo... Luego el D. Manuel era capaz de dar jaqueca al gallo de la Pasión con la cantinela de sus lamentaciones. Ya eran tantas sus calamidades que Job se quedaba tamañito.
A la mañana siguiente, cuando Juan se despertó, un criado le previno que el almuerzo tendría lugar en las cercanías, en Saint Jouin, en la venta de la bella Ernestina, y que se le rogaba que estuviera a las once en la casa para la partida.
23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está a la muerte; ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. 24 Y fue con él, y le seguía gran multitud, y le apretaban. 25 Y una mujer que estaba con flujo de sangre doce años hacía, 26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
Palabra del Dia
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