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Actualizado: 10 de julio de 2025


En cuanto a eso.... ¡No hay en Villaverde otra como Gabrielita! Pero yo creo que Rodolfo merece otra muchacha mejor. ¿Mejor la quieres? , porque ninguna me parece digna de él. ¿Era aquello un arranque de soberbia? ¿Era ironía? Me volví para ver a la doncella. Seguía hilvanando. Tía Carmen prosiguió dulcemente: Mira, Rorró: eres un buen muchacho, y por eso te queremos mucho.

Digo bien, digo bien, «muñeca»: cuando estés allá voy a ser otro.... Tendré con quien hablar, con quien reir.... ¡Ya verás que alegría en aquella mesa! Allá no faltará un buen mozo, algún ranchero rico, y te casaré. Don Rodolfo, agregó, dirigiéndose a y desplegando la servilleta, mientras Angelina servía la humeante sopa, ¡queda usted invitado a la boda! La joven se encendió.

Papá lo ignora, sólo usted lo sabe.... Dígame, Rodolfo: ¿Quiere usted a Angelina, así, como yo quiero a Ernesto? . ¿Y ella le ama a usted? , mucho! ¡Cómo no lo merezco! Pues bien, amigo mío: ¡sea usted digno de ella! La fiesta había concluido, la multitud se dispersaba, y los tertulios de don Carlos salían en busca de las señoras para despedirse de ellas.

Y por eso sus ojos tienen cercos tan profundos y su boca esa mueca de melancolía: porque los días huyen, huyen... ¡y Rodolfo no llega nunca! Perfil de tragicomedia MI querido cofrade D. Amaranto Peláez es un virtuoso covachuelista, muy digno de una hornacina en el martirologio moderno.

mismo lo has dicho muchas veces, delante de tus tías, delante de . ¿Yo, Angelina? . ¿Yo? , y... ¡cómo me has hecho llorar! ¿Yo, Angelina? Muchas veces. ¡Para qué viniste! ¡Para qué te conocí! Rodolfo: ¿porqué me amas? ¿Porqué te amo yo? ¡Qué de lágrimas me cuesta tu cariño!

Vive para tus tías, vive para ser feliz, que yo buscaré en Dios otra felicidad mejor que todas esas tan codiciadas en el mundo. «No pienses que el término de nuestros amores se debe a todos esos embustes que corren en Villaverde, que trajeron hasta aquí las Castro Pérez, y de los cuales mismo me has hablado; no, Rodolfo: no soy injusta ni ligera. Ya me conoces.

Día y noche le tengo en la memoria.... Su desgracia es la eterna amargura de mi vida. ¡Deforme, enfermizo, y... malo! , Rodolfo; ese niño es malo. ¿A quién ha salido? ¿De quién ha heredado esa perversidad de corazón? ¿Qué será de él si llega a hombre?

Que, Rey o no, me digas siempre lo que tu corazón te dicte, y que continúes llamándome por mi nombre. Me miró un instante y dijo: Tus palabras me alegran y me enorgullecen, Rodolfo. Como te dije, todo en ti parece cambiado, hasta tu rostro. Agradecí el cumplido, pero no me agradaba aquel tema de conversación, por lo que dije: Mi hermano está de vuelta, según me han anunciado.

Todos creyeron que algún alto personaje, deseoso de guardar el incógnito, había tomado el tren en aquella insignificante estación; cuando en realidad no era otro que Rodolfo Raséndil, caballero inglés, segundón de buena casa; pero, en fin, hombre de no gran fortuna, posición ni rango.

Pero el Rey está allí, en el castillo. Este caballero... ¡Mírame, Rodolfo! ¡Mírame! gritó, oprimiendo mi rostro entre sus manos. ¿Por qué permites que me atormenten así? ¡Dime, qué significa esto! Entonces hablé, fijos mis ojos en los suyos. ¡Dios me perdone, señora! dije. No soy el Rey. Sentí en mis mejillas el temblor convulsivo de sus manos.

Palabra del Dia

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