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Actualizado: 10 de julio de 2025


Cada semana, todos los días si es posible.... Yo también te escribiré.... ¿Me darás tu retrato? ¿Irás a verme? ¡Con qué ansia he de esperar tus cartas! Y las leeré muchas veces, muchas, hasta que me las aprenda de memoria.... Y yo, Linilla, no baré más que pensar en ti; pensar en la muñequita, que estará triste, tristísima, porque ¡vive lejos de su Rodolfo!

No, Gabriela: ¿a quién mejor que a usted pudiera yo confiar uno de esos secretos que no se pueden guardar mucho tiempo? Hable usted, Rodolfo, hable usted. Una amiga como yo suele ser buena consejera.... ¿Hay enojos en la niña? Pues contarlos a esa amiga. ¿La niña está contenta? ¡Pues decirlo!... ¿Padece usted?... ¡Pida consuelo!... ¿Es usted feliz? La felicidad es expansiva y franca.

Con la bella Antonieta no se ha de casar, por lo menos mientras no fracase otro plan. Sin embargo, quizás ella... Hizo una pausa y dijo, riéndose: No es fácil resistir las atenciones de un príncipe real, ¿no es así, Rodolfo? ¿Te callarás? le dije, y levantándome, dejé a Beltrán en las garras de Jorge y me fui al hotel.

Por regla general, aparece una vez en cada generación dijo mi hermano. Y lo mismo pasa con la nariz. Rodolfo ha heredado ambas cosas. Que por cierto me gustan mucho dije levantándome y haciendo una reverencia ante el retrato de la condesa Amelia. Mi cuñada lanzó una exclamación de impaciencia. Quisiera que quitases de ahí ese retrato, Roberto dijo. ¡Pero, querida! exclamó mi hermano.

Y yo soy Federico de Tarlein; ambos al servicio del rey de Ruritania. Me incliné y dije descubriéndome: Mi nombre es Rodolfo Raséndil y soy un viajero inglés. También he sido por dos años oficial del ejército de Su Majestad la Reina. Pues en tal caso somos hermanos de armas repuso Tarlein tendiéndome la mano, que estreché gustoso. ¡Raséndil, Raséndil! murmuró el coronel Sarto.

Eran las cinco y a las doce volvería a convertirme en Rodolfo Raséndil, transformación a la cual me referí chanceándome. Y afortunado será usted comentó Sarto, si a las doce no es el finado Roberto Raséndil. ¡Vive el cielo! No sentiré mi cabeza segura sobre los hombros mientras se halle usted en la ciudad. ¿Sabe usted, amigo Raséndil, que el duque Miguel ha recibido hoy noticias de Zenda?

Tomó la debida posición en la silla, pero todavía se detuvo un momento, para decirme con su eterna sonrisa: ¡Hasta la vista, Rodolfo Raséndil!

Mi resolución acabó de afirmarse al leer en los periódicos que Rodolfo V iba a ser coronado solemnemente en Estrelsau tres semanas después y que la ceremonia prometía ser magnífica. Decidí presenciarla y comencé mis preparativos de viaje sin perder momento.

Pero, ¿acaso no conozco yo a mi amado? ¡Rodolfo, amor mío! -No es el Rey repitió Sarto; y el acongojado Tarlein no pudo reprimir un sollozo. Entonces, al oír aquel sollozo, comprendió Flavia que había en todo aquello algo más que una chanza o una equivocación. ¡, es el Rey! exclamó. Es su cara; su anillo, el mío. ¡Oh, , es mi amor! Vuestro amor, señora, dijo Sarto.

Ottokar sale, en efecto, al campo, y en el acto segundo se observan al obscurecer los dos ejércitos enemigos antes de trabarse la batalla decisiva. El emperador Rodolfo recibe en su tienda á un adivino, que ha solicitado el permiso de entrar, y que le anuncia su próxima victoria, y la elevación posterior de la casa de Ausburgo.

Palabra del Dia

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