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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Se me acercó y me puso la mano sobre el hombro, mano que torné y oprimí entre las mías. Bien continuó, que se habla y se escribe como si el amor lo fuese todo. Quizás lo sea para algunos. Pero si lo fuera también para ti, Rodolfo, hubieras dejado morir al Rey en su prisión. Llevé su mano a mis labios.

¡Vaya! exclamó. ¡Hemos concluido! El P. Solís quedará contento. Y volviéndose cautelosamente para ver si estábamos solos, agregó: ¿No lee usted ya? Ha tiempo que cerré el libro. ¿Qué hacía usted? Verla a usted. ¿Verme? ; admirar tanta belleza.... ¿Tanta belleza? Parece que el señor don Rodolfo se ha vuelto galante....

El domingo se me presentaba hecho un figurín: Rodolfo: ¡dame uno de aquellos de nuestra tierra! El dio cuenta de los tabacos; él, que no tenía necesidad de disimular la arranquera. El fiel servidor, establecido en Villaverde, allá por el barrio de San Antonio, en una tienda que se llamaba «La Legalidad», fué, como siempre, una providencia para las tías.

Figúrese usted que hace más de un año que vino acá. Papá decía a cada rato: «Niñas... ¿ya pagaron esa visitaNosotras no queríamos ir... porque... la verdad.... ¡No la digas; interrumpió la morena no la digas, que Rodolfo es de los interesados! ¡Adiós! ¿Y por qué no? Una es muy dueña de decir lo que quiera.... ; pero... ¡no a todo el mundo! ¿No ves que Rodolfo....?

¿Qué mandaba usted? No tardó en reconocerme, y abriendo los brazos exclamó: ¡Rodolfo! ¡Rodolfo! ¿ por aquí? Ya sabía yo que de un día a otro llegarías.... ¡Bendito sea Dios! ¡Y qué crecido estás! ¡Alabado sea el Señor que me concede verte hecho un varoncito, un lechuguino de lo más guapo! Y... ante todo, ¡ya lo ! ¡ya lo ! Como siempre estoy preguntando por .

Fué preciso poner término a esos amores que no eran del agrado de mi papá; pero le confieso a usted, Rodolfo, que le quise mucho, ¡mucho!... Se parece usted mucho a él. Cualquiera que los viese juntos diría que son hermanos. Una vez, acaso no lo recuerde usted, estaba yo tocando, pasó usted y se detuvo en la ventana.

El diablo te lleve, Haroldo, dijo un alto y fornido escudero, asiendo por el cuello y sacudiendo al que acababa de hablar. ¿Sabes que si el príncipe hubiera oído la preguntilla esa te podría costar la cabeza? Y como está vacía poco perdería con ella el buen Haroldo. No tan vacía como tu escarcela, Rodolfo. Pero ¿qué demonios piensa el mayordomo? Todavía no han empezado á poner la mesa. ¡Pardiez!

Piensa , Pepa, que no estará muy lejos de nosotras; piensa que vendrá frecuentemente, y considera que aquí, con Castro Pérez, no hará nada. Te irás, Rodolfo, te irás, y nos quedaremos muy contentas. No hablemos más. Vístete, que como te veo te juzgo, vístete y vete a la casa de Fernández. No saldrás descontento, es una persona muy fina. ¿No es verdad, Pepa? Así lo haré, tía.

Miguel, por su parte, amaba a la Princesa y no dudo que hubiera matado al Rey, a mi otro rival, sin el menor escrúpulo; pero no sin quitar antes de en medio a Rodolfo Raséndil. En todo esto iba pensando yo por el camino, y no había permanecido más de una hora en la casa cuando se presentó una imponente embajada enviada por el Duque.

«Mientras yo sueño a todas horas contigo, mientras vivo pensando en , te complaces en dudar de mis palabras, y temes que, prendado de Gabriela y empujado por una ambición vulgar, desdeñe tu amor olvide que me amas y que vives para , y corra en busca de un enlace que me proporcione bienestar y riquezas.... ¿No piensas que me calumnias, que calumnias a tu Rodolfo?

Palabra del Dia

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