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Actualizado: 22 de noviembre de 2025


Y como el juez lo interrogara con la mirada, Roberto Vérod le refirió su coloquio con Zakunine. Yo lo he perdonado. Conocí que la muerta quería que lo hiciera. Ella, que lo convirtió, que al morir de su mano realizó la obra de salvación a que se había consagrado cuando se unió a él, no podía querer que yo le guardara rencor. Esa alma soberbia y feroz ama ahora y se prosterna.

La venganza es pasión baja, innoble; el rencor, metido como un ascua en el alma, es un sentimiento producido por una ofensa a las mejores cualidades de nuestro espíritu. Y siendo éste bueno, será rencoroso, pero no vengativo, pues la propia idea de su figura moral, de su noble condición, le impedirá dar escape al rencor en venganza.

Pensé entonces que, al verlos tan interesados el uno por el otro, comparaba tristemente su entusiasmo con nuestro silencio de enfado, y este pensamiento me conmovió. Querida Luciana... he debido comprender que esta expedición la ha puesto a usted nerviosa y que su rigor no era más que un efecto del cansancio... No he debido guardarle a usted rencor...

Ya ve usted que yo no tenía la culpa. ¿Quién diablos me casó? ¿Quién me hizo militar? ¿Quién me dio opiniones? En presidio no se hace carrera, pero se hace mucho rencor.

Esta semejanza de gustos con un joven que, durante toda la comida le había demostrado más hostilidad que simpatía, dejó frío e indiferente a Delaberge, que sentía contra Simón cierto rencor por su actitud llena de desconfianzas.

Pero el amor me vuelve modesta, Máximo, y yo lo amo a usted... bien lo sabe. ¡Ah, la hechicera! Todo lo olvidé. Había vuelto a tomar su timbre de voz encantador, un poco velado, más conmovedor que todas las palabras, y la sonrisa de misteriosas promesas que la hacen irresistible cuando ella quiere serlo. Todo mi rencor se había disipado y sólo vinieron a mis labios palabras de excusa y de amor.

Una vez concluyó por decir sonriendo cínicamente: «Y por último, si se quiere saber lo que es la aristocracia de Madrid, ahí está la duquesa de Tornos, que es un buen resumen de todos sus viciosVentura quedó aterrada. Sabía vagamente los motivos de rencor que el Duque tenía contra su esposa; pero no creía posible que un marido pudiese hablar de aquel modo de su mujer en ninguna circunstancia.

No le guardaba rencor porque le hubiese quitado la tela de los versos. Restregaba la cabeza y el cuello contra la vestidura de la linda dama, y parecía gustar de que ella le pasase la mano por el largo cuello y por las alas, y le alisase las plumas. Estas mudas conferencias, que tenían lugar dos o tres veces cada semana, duraban poco y no se puede decir que fuesen muy amenas.

Me dejarás cuando quieras; tal vez te deje yo antes... Te deseo desde hace unos días: debes desearme como los otros... Vivamos el momento presente como personas que conocen el secreto de la existencia y saben lo que ésta puede darnos... Luego, si nos cansamos el uno del otro, ¡adiós! sin rencor y sin nostalgia. Al recordar el príncipe de tarde en tarde esta escena, sentía cierta molestia.

Era un príncipe encantado, creado completamente por mi imaginación de colegiala retrasada que pide demasiado a la vida, porque la ignora... Yo no tenía, sin embargo, esta excusa... Hoy, dispuesta a bajar la otra vertiente, me detengo un instante en la cima de la colina y no siento en ni cólera, ni amargura, ni pena, pues entre las piedras y las malezas he encontrado algo mejor que la florecita azul con que sueñan las jóvenes, he encontrado el reflejo de cielo que Dios pone en la mirada de los niños... Creo que había nacido para eso; no puedo guardar a usted rencor por haberme dado un sobrino que ha realizado todas sus promesas de usted y cumplido todas mis esperanzas.

Palabra del Dia

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