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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Pues bien, vamos y apresurémonos dijo el padre Aliaga recogiéndose con una mano los hábitos y asiéndose con otra del brazo de Montiño ; empezad, pues, os escucho añadió el religioso. Advierto á vueseñoría que no le revelo nada sino bajo sigilo de confesión. Os prometo el sigilo por lo que respecta á vuestra persona, in verbo sacerdotis. ¡Cómo! Bajo palabra de sacerdote.

Y se volvió a acostar. Maximiliano, al revolverse, le dio un encontronazo con un omoplato. «¡Ay!, me ha hecho ver las estrellas» dijo para Fortunata, recogiéndose más en su lado. «¿Duermes, viditamurmuró el otro despertándose, y rechupando luego como si tuviera una pastilla en la boca. Pero sin oír la respuesta, se volvió a dormir. vii

Asperges... Asperges... y dio hisopazos a derecha e izquierda. Después, recogiéndose la capa y sonriendo a las señoras, con la satisfacción del que da por terminado su trabajo, se dirigió a la capilla seguido por el sacristán, portador otra vez del hisopo y el caldero. ¿Esto sa acabao? preguntó flemáticamente al capataz, un viñador viejo, de rostro grave. : sa acabao.

Usted mismo, poeta, si se propusiese hacer unos versos sobre esto, ¡qué de cosas bonitas diría!... El augusto silencio; el Océano recogiéndose para presenciar mejor la divina ceremonia; la mañana esplendorosa, las gentes llorando, un hálito celeste descendiendo sobre el buque cual música angélica... Y fíjese en la realidad: no hay más música que la de los ventiladores y abanicos; los hombres chorrean sudor y miran a las puertas deseando huir; abajo suenan los platos y los tenedores de los herejes, que toman su primer almuerzo; en la proa y en la popa gritan, juran y cantan los emigrantes; los camareros suben y bajan las escaleras con sus útiles de limpieza... No; decididamente, no hay poesía religiosa en estos buques modernos.

Pasaron rozando la abandonada galerita, que, oculta bajo su funda de lienzo, sólo mostraba las ruedas, ligeras, amarillas y finas como las de un juguete; y después de asomar su cabeza con cierta zozobra por la puerta de la cuadra, entraron en el antro obscuro y maloliente, recogiéndose las faldas y hundiendo sus elegantes botinas en la blanda y húmeda capa de estiércol.

Lentamente volvían a la sala donde estaba el balcón, mientras en el comedor sonaban carcajadas saludando la aparición del barbero, envuelto en su lujosa bata. Cupido sacaba partido de la situación para provocar la risa, y recogiéndose la cola y atusándose las patillas, braceaba cual una tiple en una romanza dramática cantando de falsete.

Las dos hermanas, inclinadas y recogiéndose las faldas entre las piernas para evitar rozamientos con el suelo grasoso , contemplaban atentamente el degüello, contaban las convulsiones de la agonía y seguían las últimas gotas de sangre desde que asomaban a la herida, erizada de pelos coagulados, hasta que caían en una cazuela. Este trabajo ponía alegre a Nelet y excitaba su jocosidad brutal.

Después buscó en su moño dos o tres horquillas, recogiéndose con ellas la rebelde trenza. ¿Me ha dicho usted interrogó el viajero que venían ustedes de León? , señor.... La boda fue a las once de la mañana; pero yo tuve que madrugar para disponer el refresco... refirió Lucía con su sencillez de niña no hecha al trato social . Las tres y media eran cuando salimos de León....

Así es que la cáustica frase que bailaba en la punta de su lengua expiró en sus labios y se limitó a recibir una tímida excusa con altiva mirada, recogiéndose la falda como para evitar la proximidad de un ser contagioso. De regreso a la sala del colegio, sus ojos cayeron sobre las azaleas, presintiendo una revelación.

Al otro día de la llegada, cuando Lucía saltó del lecho, fue su primer cuidado salir al balcón, de allí al jardín, recogiéndose la bata con unos alfileres para no mojarla en el húmedo piso. Halló a las rosas acabaditas de salir del baño de rocío, tersas, muy ufanas, adornadas cada cual con su collar de perlas o de diamantes.

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