Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de junio de 2025


Pues bien: ¡eso no es cierto; él no ha confesado nada! Yo he dicho una mentira. Pero ahora veo que ésta que yo creía mentira, es verdad, y usted misma, sin quererlo, o mejor dicho, queriendo lo contrario, me lo ha probado. Si hubiera sido mentira, usted se habría reído al oiría. Y, en cambio, ha temblado usted por él, y ha tratado de salvarle, aunque en vano...»

En el entreacto, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, que estaban en butacas contiguas, subieron juntos a visitar a Rafaela. Muy impresionado estaba el vizconde, así por el canto como por la acción y la mímica de la Stolz, pero casi le borró aquella impresión una sorpresa que D. Joaquín, sin pensarlo ni quererlo, acertó a dar a él, y también a Juan Maury y a Rafaela.

Y si viene... y si la mira... ¡yo, no puedo soportar que la mire!... ¡ni que la mire siquiera! Y si está aquí un mes, dos meses. Y si ella no quiere a Pedro Real, porque no lo quiere, y Ana le dice que no lo quiera. Y ella va a querer a Juan ¿cómo no va a quererlo? ¿Quién no lo quiere desde que lo ve? Ana lo hubiera querido, si no supiese que ya él me quería a ; ¡porque Ana es buena! Adela lo quiso como una loca; yo bien lo vi, pero él no puede querer a Adela. Y Sol ¿por qué no lo ha de querer? Ella es pobre; él es muy rico. Ella verá que Juan la mira. ¿Qué marido mejor puede tener ella que Juan? Y me lo quitará, me lo quitará si quiere. Yo he visto que me lo quiere quitar. Yo veo como se queda oyéndole cuando habla; así me quedaba yo oyéndole cuando era niña. Yo veo que cuando él sale, ella alza la cabeza para seguirle viendo. ¡Y van a estar aquí un mes, dos meses! ella siempre con Ana, todos con Ana siempre.

Óyeme... Precisamente, una de las ideas que me aterran es la de no tener valor para ir hasta el fin. Ah, ¿de modo que quieres misma atarte las manos? Ya no me casaría; y por el contrario, me daría horror el pensar que me caso con un hombre sin quererlo. Pues entonces, yo se lo diré todo a mamá, y a tío, para que no te permitan cometer esta locura. No lo harás. Te juro que lo haré.

La superficialidad aparente es rebuscada: el autor, sin quererlo, se olvida con frecuencia de que se ha prometido ser tan sólo un jovial a la vez que quejumbroso compañero de viaje. Al correr de la pluma, ha emitido juicios de una precisión y exactitud admirables. Otras veces ha lanzado ideas que van contra la corriente general.

Pero aquí, rodeada de hombres que la admiraban, y en un ambiente primitivo que la hacía resaltar como si fuese de esencia superior, había ejercido sin quererlo una influencia tan nefasta como la del demonio cobrizo temido en otros tiempos por los jinetes errantes de la Pampa. Ella misma había sido víctima de este ambiente de soledad al enamorarse de Watson.

La impresión ardiente de una hermosura divina; yo no había visto unos ojos que tuviesen la hermosura, el poder, el dulce fuego que hay en vuestros ojos... y luego vuestros ojos, al arrojar sobre su primera mirada, exhalaron instantáneamente una mirada de sorpresa, y luego una mirada de atención, y luego una mirada que me dijo claro, claro, como me lo podrían decir vuestros labios: soy tuya, tuya, cuando quieras, tuya toda, cuerpo y alma, corazón y vida... pude engañarme; pero yo leí eso sin quererlo en vuestros ojos, lo leyó mi alma, y mis ojos debieron deciros lo mismo...

Dios junto a os ha puesto; Dios ha querido que, habiendo mi corazón repugnado siempre el amor, en él por vos haya caído en breves horas, y de tal manera, que a la locura del amor llegada, vuestra esposa me hayáis hecho y héchoos mi esposo ante Dios, que el juramento de nuestras almas ha oído; y Dios ha debido quererlo, porque yo no cómo, dolorida y desesperada por la eterna separación de la adorada madre mía, esto ha sido, o más bien ha sido por esto; que la yedra que pierde el árbol que la sostenía, si otro árbol encuentra próximo, a él vase y a él se estrecha con más fuerza que con la que al otro que perdió se asía; y pues yo soy la yedra y vos el árbol, y por el amor la yedra al árbol se une, no me hagáis temer, único apoyo y sustento mío, que en peligro me veo de que otra hacha enemiga el dulce arrimo a que llena de esperanza me he enlazado, me robe.

Pues ¿lo vendrás a imposibilitar por no ser caballero, ni quererlo ser, ni tener valor ni intención de vengar tus injurias y defender tu señorío?

Luego, antes de conocerte, no tenía cariño ni amistad en torno mío. Pero uno se sobrepone al fastidio y a los pesares, Reina; todo está en quererlo. Era muy feliz desde hacía tiempo, antes de tu partida del Zarzal; había olvidado los largos días tan tristes de mi juventud.

Palabra del Dia

lanterna

Otros Mirando