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Actualizado: 7 de julio de 2025


Con el rostro oculto y sacudida, por los sollozos, pronunciaba palabras incomprensibles; mientras su hijo repetía, asiéndola de los hombros: ¡Alzaos, madre; alzaos! ¿Qué os pasa? ¿Qué os hace llorar? Ella levantó por fin su empapado rostro, y después de un instante: Una gran desdicha respondió, la más grande, la más cruel que podía acaecerme: ¡tu olvido de Dios, Ramiro; tu perdición!

Siempre fue ronca la voz de Mauricia; pero había bajado ya a lo más grave del diapasón. «¡Dios mío! se dijo Fortunata, oyéndola después de mirarla , ¡si parece un hombre...!». Doña Lupe, en tanto, sentándose en una de las sillas de paja, pronunciaba las frases de consuelo propias de la ocasión, añadiendo: «Eso para que aprendas... y tengas formalidad.

Han pasado cerca de dos meses y no he cumplido, mi promesa; y aunque pudiera excusarme por haber estado mala, muy mala, según dicen, prefiero acusarme y pedir a usted perdón, para oír en mi corazón aquellas palabras tan dulces que pronunciaba usted después de la confesión de mis faltas: «¡Váyase en paz!» ¡Cuánta necesidad tendría de sus consejos en esta existencia tan nueva!

Casi le da al buen señor un ataque apoplético el día 29 cuando se supo en Madrid lo de Alcolea. Madrid se pronunciaba también. Llevó la noticia Paquito, que había pasado por la Puerta del Sol y visto mucha gente... Un general arengaba a la muchedumbre, y otro se quitaba las hombreras del uniforme. Después de esto, la gente corría por las calles con más señales de júbilo que de pánico.

El pueblo está pidiendo su destrucción, porque cree que es el mejor medio de conseguir la libertad. Cumplamos la voluntad del pueblo. Indescriptibles son el sarcasmo y la diabólica malicia con que Coletilla pronunciaba estas palabras. Ya comprenderá el lector la marcha que llevaban los planes de aquel viejo demonio del absolutismo.

En esta sociedad reinaba doña Nieves como en un salón, siendo ella la que pronunciaba las frases maliciosas y chispeantes sobre el suceso del día, y los otros los que las reían. Corríase algunas veces hacia la mesa inmediata, sobre todo a última hora, cuando sus amigos, gente que tenía que madrugar, empezaba a desertar del local. Entonces se formaba una segunda peña.

Fingía afeitarle con el horripilante navajón; intentaba introducir entre sus labios las enormes tenazas para extraerle una muela, y mientras tanto, el escribano pronunciaba la fórmula del bautizo: «Por la gracia de nuestro dios Neptuno te llamarás en adelante...». Y le daba un nombre: tiburón, cangrejo, bacalao, ballena, según el aspecto caricaturesco de su persona, apodos que encontraban eco en la fácil hilaridad del público.

Ramiro se le impuso con predilección exclusiva. Todo, en aquel descendiente de ilustres caballeros, la precoz seriedad, el porte, el discurso, le inspiraban el presentimiento de una vida llamada a las más heroicas empresas. Además, había notado que cada vez que pronunciaba su nombre delante de Beatriz, el rostro de la doncella se coloreaba al pronto de instantáneo rubor.

, ella estaba allí, tan cerca, que sentía el fino aroma de iris con que perfumaba sus cabellos, tan cerca, que podía tocar el extremo de su vestido avanzando la mano. ¡Ay! tantas veces aquel ademán había hecho desvanecer su sueño, que no se arriesgaba ahora. María Teresa se sentía retenida en el canapé como por invisible lazo. Sin embargo, Juan no la miraba, ni pronunciaba una palabra.

El célebre tribunal de la Inquisición, favorecido por el odio nacional á moros y judíos, se fundó ya en el reinado de Fernando y de Isabel, dándose mayor extensión á sus facultades en los reinados siguientes y ensanchando el círculo de su autoridad, más limitada en un principio, no obstante las diversas protestas de las Cortes contra este cuerpo temible, cuyo nombre se pronunciaba con horror por toda Europa.

Palabra del Dia

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