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Actualizado: 17 de junio de 2025


Este ruido, este ir y venir, este pisar de caballos, no pueden ser otra cosa más que la entrada de Su Majestad, y como yo he venido aquí con mi ejército para esperarle, conferenciar con él y recibir sus reales órdenes, voy a vestirme al momento y a subir, porque no conviene que aguarde nuestro señor. Arrojose del lecho, y no poco trabajo costó a Salvador detenerle.

La tenue de las mujeres, aun en aquellas que un no qué vago revela a ojos experimentados pertenecer al gremio tan característicamente llamado en Francia de las horizontales, es siempre correcta y digna. La máscara caerá al pisar la puerta de calle; pero todo hombre puede pasearse con su mujer o sus hijas sin temor de presenciar escenas escandalosas.

Vicente Díaz, piloto de Tavira, realizaba otra expedición hacia Poniente, pero había de volverse por la escasez de sus provisiones. Otros navegantes salían a la descubierta de estas islas ocultas, y nadie volvía a saber de ellos. Se hablaba mucho de un piloto que había conseguido pisar las tierras ignotas.

El que ha hecho hasta los veintisiete años la vida independiente que yo, es muy difícil que pueda acomodarse al orden, a la paz, a la serie de sacrificios que el matrimonio exige... Y, francamente, para ser un mal casado, ¿no vale más que permanezca soltero toda la vida?... Por otra parte, si me caso con esa chica, que no está acostumbrada al trato de gente ni ha entrado jamás en sociedad alguna, ya comprendes que debo renunciar en absoluto a mis relaciones y a las antiguas amistades de mi familia: yo no quiero pisar un salón donde mi mujer no haga buen papel... Además, Maximina es demasiado niña y demasiado inocente para dominar a un hombre tan maleado como yo, y para regir una familia...

Canterac, al pisar el primer peldaño de madera, se detuvo para decir á su compañero: No debía entrar. Esta casa pertenece al intrigante Pirovani, hombre que aborrezco... Pero temo que la marquesa se queje si no me ve en su reunión. Moreno, que era amigo de todos y no llegaba á enfadarse verdaderamente con nadie, creyó necesario defender al ausente.

Al oscurecer de una tarde de octubre estaba Julián sentado en el poyo de su ventana, engolfado en la lectura del P. Nieremberg. Sintió pasos precipitados en la escalera. Conoció el modo de pisar de don Pedro. El rostro del señor de Ulloa derramaba satisfacción. ¿Hay novedades? preguntó Julián soltando el libro. ¡Ya lo creo! Nos hemos tenido que volver del paseo a escape.

Pero los caballos, felices con pisar la hierba, corrían al galope, acercándose con velocidad pasmosa. En torno de él, como a unos cien metros, había algunos carruajes y gente a pie, formando círculo contemplativo.

El patio grande, en el cual se juntaban en otro tiempo los hombres de armas antes de las expediciones de pillaje, está lleno de escombros y de hoyos: difícil es abrirse camino á través de tupidos grupos de arbustos y de hierbas altas: se teme pisar alguna víbora oculta entre dos piedras ó caer en la boca, abierta aún, de una mazmorra. Andemos, sin embargo, mirando atentamente al suelo.

Señores, dijo el conde levantándose, es lástima que estemos encerrados en casa en un día tan hermoso. Vamos á dar una vuelta por la pomarada. Tengo ya deseos de pisar hierba y verme debajo de los árboles. Los circunstantes se levantaron. La condesa apareció en aquel momento por la puerta del gabinete.

Señora exclamó D. Paco poniéndose de rodillas si la señora doña Asuncioncita no se queda en la casa, usted se condenará. ¿Pues qué ha hecho? Salir a dar un paseo. ¿Verdad, niña mía? No; ¡mi madre no me perdona! gritó con desesperación la muchacha . Llévenme fuera de aquí. No merezco pisar esta casa... Mi madre no me perdona. Vale más que me maten de una vez.

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