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Actualizado: 5 de julio de 2025


Si pedís parecer de los que ahora Están en posesión, y que es forzoso Que el vulgo con sus leyes establezca La vil quimera deste monstruo cómico, Diré el que tengo, y perdonad, pues debo Obedecer á quien mandarme puede, Que, dorando el error del vulgo, quiero Deciros de qué modo las querría, Ya que seguir al arte no hay remedio En estos dos extremos dando un medio.

¡Ah! dijo tranquilizándose la vieja ; ¡alegróme de que ese sea vuestro apuro! ¡conque ya os regalan! ¡preciso! ¡hidalgos como vos!... Gastan de lo que han heredado de su padre contestó severamente don Juan. ¡Ah! perdonad, perdonad, señor: ¿y es de mucho valor la alhaja? No entiendo de eso... pero yo pido por ella mil doblones. Rica debe ser, pero mostrad.

Tenéis un amigo muy regocijado dijo Dorotea... ¡Oh! ¡! contestó el joven, que aunque no era novicio, sentía remordimientos por aquella especie de infidelidad que hacía á su dama, y estaba contrariado. Si no fuese por su lengua... añadió Dorotea. ¡Oh! ¡! respondió Montiño. ¿Pero no coméis? dijo la joven, que empezaba á sentirse preocupada. Perdonad, señora, pero... ¿Pero qué?...

Para contentar á éste, le dirige varias cartas amorosas, como, por ejemplo, la siguiente: Celosa temo, caro dueño mío, Que os venzan intereses de una Infanta. Perdonad, que, en efecto, en verdad tanta, Contra amor no es valiente el albedrío. Causóos Don Lope el ciego desvarío Sin culpa, de sospechas y desvelos: ¿Qué haré yo, combatida de mis celos. Si el temor me da causa de culparos?

No me retocéis la mano por entre las rejas de la fenestra, travieso mancebo, que tengo ante los ojos aquello de lo barato dado, caro llorado. Atended al tiempo y no quered perder el rocín y las manzanas. El que tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente; perdonad algo a la fuerza de mi amor.

¡Ah! ¡os envía mi hermano el arcipreste! perdonad, perdonad otra vez; estos pajes... ¡eh! ¡dejad ahí esas fuentes; son de la tercera vianda, venid para acá! pero señor, ¿qué hacen esos veedores? ahora tocan las empanadas de liebre, los platillos á la tudesca y las truchas fritas.

Cada cual tiene sus costumbres, como vos las tenéis en meteros en lo que no os va ni os viene. Perdonad, yo creí que un hombre que se ha ofrecido á serviros de testigo... ¿Y qué falta me hacen á testigos para mis asuntos? ¡Ah! Pues os digo que si lo tomáis así, vais á tener mil camorras todos los días, si no es que á la primera os escarmientan. Os suplico que me dejéis en paz.

Perdonad, señor mío le dijo sonriendo ; pero me hacéis mucho daño, y no tengo valor para que me lastiméis de nuevo; aún siento el dolor horrible del cruel beso que me dísteis esta mañana. Tratadme, pues, con caridad; sentáos y hablemos como dos buenos amigos que se despiden para no volverse á ver. ¡Ah, Dorotea! ¿estáis irritada conmigo? Irritada no; estoy lastimada y nada más. Pero sentáos.

Sobrino exclamó la marquesa , déjate por Dios de esas palabras extranjeradas, que me degüellan. Perdonad, tía siguió Rafael ; pero son necesarias para mi historia y participan de su esencia.

Permaneció inmoble un rato; rompiendo al fin el silencio, con voz mal segura, dixo: Generosa dama, perdonad á un extrangero desventurado, que á preguntar se atreve ¿por qué extraño acaso encuentro aquí el nombre de Zadig, por vuestra divina mano escrito?

Palabra del Dia

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