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LOPE. Perdonad; se me olvidaba con la maldita hechicera. NU

No; no ciertamente dijo el joven ; perdonad, tío, pero cuando don Francisco me llama con tanta urgencia, asunto debe ser importante; en cuanto concluya iré á buscaros á palacio. Ve, sobrino, ve dijo el cocinero ; ya sabes que yo no me meto en tus asuntos; pero mira dónde pones los pies, hijo mío, porque la corte se ha puesto para ti un poco resbaladiza.

Perdonad, padre; al mismo tiempo que estudiaba letras, aprendía estocadas. Es verdad, me había olvidado; el que mata ó hiere á don Rodrigo Calderón... y bien; se hará lo posible porque seáis muy pronto capitán de la guardia española, al servicio inmediato de su majestad. Es que no quiero tanto.

Siendo como sois sobrino del cocinero mayor del rey, y viniendo como vendréis por esta razón, con frecuencia, á palacio, me veréis de seguro. ¿Pero vos no haréis nada porque yo os vea? No respondió fríamente la dama. ¡Ah! perdonad, señora. Estáis perdonado; ahora sepamos: ¿habéis muerto á don Rodrigo Calderón? No lo , señora; sólo que le he tirado á muerte. ¿Os ha conocido don Rodrigo?

De suerte que por un camino, ó por el otro, no podreis escapar de perpetuo Farsero; perdonad el equivocarme, de perpetuo Autor de farsas quise dezir; que no puede aver mayor desdicha que serlo. Conviertese esta Quaresma, ó aquella la pecadora mas pertinaz, que la mueven al cabo los asombros de su condenacion: mas acaso aveis visto reduzido algun poeta?

¡Pues bien! yo voy a decíroslo todo exclamó Juan, vencido por su emoción. Vale más que lo sepáis todo, vos que quedáis aquí, y volveréis al castillo... ¡y la volveréis a ver... a ella! ¿A quién?... ¿Quién es ella? ¡Bettina! ¡Bettina! ¡Yo la adoro, padrino, la adoro! ¡Pobre hijo mío! Perdonad que os hable de estas cosas... pero os lo digo como se lo diría a mi padre.

Llegados al puente, miró el arquero fijamente al noble capitán, saludó á la baronesa con una inclinación respetuosa y dijo: Perdonad, señor barón, pero á pesar de los años transcurridos os he reconocido al momento, y eso que hasta hoy no os había visto vistiendo terciopelo, sino yelmo y coselete.

Si vuestras narices no estuviesen tan arañadas, ya veríais... ESCIPIÓN. ¡Perdonad, señora! No ha sido otra que vos la que me las ha puesto así. CLEOPATRA. ¿Cómo? ¿Yo? Entonces sois vos quien me ha raptado. Vuestros cabellos huelen a... ¿Cómo se llama eso? CLEOPATRA. ¡No os importa a lo que huelen mis cabellos! Yo creo que no huelen mal. ESCIPIÓN. Eso es lo que yo digo...

Pero si en la voluntad, Como en la casa, se vive, Esta el alma os apercibe Y os da a vos su libertad. Ya sois, señor bencerraje, De Jarifa: andad con Dios. ABIND. Ella y yo somos de vos Con justo pleito homenaje. JARIFA. Señor, no me desechéis, Que quiero yo ser muy vuestra. NARV. Sujeta el alma se os muestra Para que vos la mandéis. Y perdonad si no había Preguntado cómo estáis.

¿Y cómo le pondríais á prueba? Perdonad; pero al sólo pensamiento de perderos, pasan por horribles tentaciones. No... no moriréis... dijo Dorotea extendiendo hacia don Juan una mano y dejándosela besar. Dorotea sufrió sin alterarse, sin estremecerse, los apasionados besos de que don Juan cubrió su mano.