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Actualizado: 5 de junio de 2025
Es necesario, pues, evitar de todo punto que le pongan a uno en salmuera. Pero diréis, y con razón: el autor está loco: Perdonad: una palabra. Tened en cuenta que he empezado mi novela por el epílogo: es decir, que la he acometido por la cola. Este epílogo, reducido a su verdadera expresión debía constar únicamente de estas palabras: <sc>El autor se ha vuelto loco</sc>.
Dirigióse á la ventura á otra, pero al llegar á ella se abrió y salió una dama. El joven dió un paso atrás, y se quitó el sombrero. La dama que salía dió un ligero grito de sorpresa, y quedó inmóvil. ¿Qué hace este hombre aquí? dijo con la voz notablemente alterada. Perdonad, señora, pero... ¿Pero qué? exclamó con impaciencia la dama.
Créolo; como creo que agradecéis como una reina los cuidados. Perdonad, amigo Juan, si me dejo ver de vos desencuadernado dijo Quevedo saltando del lecho en paños menores ; hacedme la merced de echar esas cortinas, no se escandalize Dorotea. ¿Os levantáis? dijo la comedianta : me alegro, voy á mandar sahumar la alcoba. Pues dudo mucho... ¿Que?...
Perdonadme, señor Alonso, si no os he escuchado como debiera dijo el padre Aliaga que se impacientaba , pero estoy enfermo. ¡Enfermo! Sí; sí por cierto, tengo vaguedad en la cabeza, frío en los pies... la celda me anda alrededor. ¡Ah! perdonad... yo no sabía... llamaré... No, no... me voy á acostar... con vuestra licencia... ¡Oh! lo siento mucho, no os descuidéis... Esto pasará.
¡Oh! ¡excelentísimo señor! No os equivocáis; soy... el duque de Lerma. ¡Ah! exclamó el alcalde ; perdonad, señor, pero me habían dicho que en esta casa se había cometido un asesinato á instigación de... ¿De quién? ¿Me exige vuecencia que rompa el sigilo del proceso? Os lo mando.
No digo yo eso... pero don Juan es caballero del hábito de Santiago desde que nació por merced del señor don Felipe II. ¡Ah! dijo el duque con asombro ; sin embargo, no hubiera estado de más que don Juan hubiera sabido que tenía en mí un amigo. Perdonad mi olvido, señor; ¡pero me sucedían cosas tan terribles!...
Perdonad, un momento, don Francisco dijo Lerma : ¿quién os ha dado la carta que me habéis traído? ¿puede saberse? ¿Y por qué no? ¡Me la ha dado vuestra hija! Y... ¿dónde? En palacio. ¡Oh! ¿con que ya habéis estado en palacio apenas venido? De palacio vengo y á palacio voy. Como me crié en él, soy palaciego, y tanto, que atribuyo al haberme criado en palacio mi cortedad de vista.
¿Sois acaso pariente del cocinero mayor del rey? Soy su sobrino, hijo de su hermano. ¿Qué servicio habéis prestado á su majestad? dijo de repente el padre Aliaga. Lo ignoro, padre. Pero... Si esa carta de su majestad no os informa, perdonad; pero guardaré silencio. ¿Qué edad tenéis? Veinticuatro años. Quedóse un momento pensativo el padre Aliaga. Habéis matado ó herido á don Rodrigo Calderón.
Lo que siento es haber dado mi bolsa á un mendigo allá en el bosque.... Perdonad, señor, dijo Roger; todavía quedan en ella algunas monedas. Pues dádselas á la madre del arquero, ordenó el noble, poniendo al trote su caballo, mientras Roger depositaba dos ducados en la mano de la vieja, que olvidando su cólera invocó las bendiciones del cielo sobre el barón, Tristán y sus compañeros.
Tenéis, y muy bien ganados, cuantos lauros puede conquistar un hombre y hora es ya de que descanséis. Escudero, decid á vuestro amo que es muy bienvenido á mi corte, y que si gusta de tomar algún descanso y refrescar en mi compañía antes de la justa, pronto estoy á obsequiarle. Perdonad, señor, no puede beber con Vuestra Alteza. Que designe, pues, al caballero de su elección.
Palabra del Dia
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