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Actualizado: 18 de junio de 2025
El conde la detuvo con un gesto. Espera. Amalia permaneció inmóvil, con la mano en el marco de la puerta, clavándole una mirada penetrante. El conde siguió paseando todavía algunos momentos sin hacer caso de ella. Está bien dijo con voz enronquecida, parándose; no se efectuará el matrimonio. Tú me dirás lo que debo hacer. Su rostro demudado revelaba la calma de la desesperación.
¡Infierno! ¿es que la desgraciada se ha vuelto loca? exclamó el gitano, y quiso tomar una mano de la joven, pero este movimiento le arrancó un grito penetrante. Su fractura era viva y sangrienta. De pronto se oyó un ruido, al principio sordo y confuso, en la dirección de la puerta del jardín.
Me dirigí rápidamente al punto donde me esperaba Sarto, y en el momento de tocar la orilla oí un penetrante silbido detrás de mí, al lado opuesto del foso. ¡Eh, Máximo! gritó una voz. Llamé a Sarto por lo bajo, cayó la cuerda en el bote y con ella até el cadáver. Después salté a la orilla.
Dentro del sobrecito, que despedía perfume penetrante, había una tarjeta y algunas hojas de rosa. La tarjeta decía: «Isabel de Montalvo, condesa del Padul», con corona encima. Al respaldo se leía en letra diminuta, pero clara: «Lo prometido es deuda.» Volví a encerrarla en el sobre con las hojas y se la entregué, altamente sorprendido, a Villa.
La habitación exhalaba un perfume penetrante como el camarín de una odalisca. ¡Oh! Esto está mejor que el cuarto de Cecilia. ¿Cuándo lo has visto? Hace pocos días me lo ha enseñado. Las paredes desnudas con unos cuadritos bastante malos; la cama sin cortinas; una cómoda vulgar...
El señor Laubepin no cesaba de clavar en mí su mirada penetrante y equívoca, en tanto que su esposa tomaba, al ofrecerme cada plato, el tono doloroso y lastimero que se afecta cerca del lecho de un enfermo. En fin, nos levantamos y el viejo notario me introdujo en su gabinete, donde al momento se nos sirvió el café.
Terminó el día con el cielo encapotado y un viento penetrante y frío por demás. Algunos copos de nieve caían pausadamente.
Los pajarillos hacen sus nidos en los árboles; el mar azul acaricia dulcemente la arena de la orilla; el sol generoso deposita sus bienhechores rayos sobre mis pobres manos pálidas y enflaquecidas; siento circular en mis pulmones un aire dulce y penetrante como su voz de usted, mi buena mamá.
¿Y quién es el encargado, preguntarán ustedes, de conocer el momento? ¿quién es ese sabio sagaz y penetrante, que ha de conocer cuándo nos conviene ser iguales, ser libres, poder hablar, ser, en una palabra, felices? ¿dónde está la línea divisoria entre la inoportunidad y la oportunidad? ¿quién es el ilustrado encargado de medir nuestra ilustración?
Repartidos por los montes, en las mesetas y hondonadas, algunos caseríos rodeados de castaños y nogales. Los tres viajeros se detenían á menudo á tomar aliento y se sentían gozosos. El olor penetrante del heno les embriagaba, les hacía sonreir. El mismo Celso, enamorado de la tierra del sol y las aceitunas, no podía sustraerse al hechizo de aquellas montañas frescas y virginales.
Palabra del Dia
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