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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Y en ancho mar de blanquecina nieve Solo una forma humana se elevaba: La de un fiel centinela que velaba Apoyada la mano en su fusil. Blancos cabellos su cabeza orlaban, Hondos surcos cruzaban su semblante, Y su mirada firme y penetrante Revelaba un aliento varonil.
Presentadle al entendimiento mas penetrante ó al genio mas poderoso, dejadle solo con él, y no resultará mas que una intuicion pura, clarísima, si, pero estéril.
Mirome el primero con penetrante encono, el segundo con altanero desdén y el tercero con curiosidad. Señora dije a la condesa usted se ha exaltado sin razón, interpretando mal un hecho que en sí no tiene malicia alguna. Y le conté lo ocurrido, disfrazando de un modo discreto los accidentes que pudieran ser desfavorables a las pobres niñas.
Estaba vestido con limpieza y sencillez. Su rostro moreno tenía admirable expresión de bondad y de inteligencia. Sus ojos negros, única cosa bella que había en él, brillaban a cada mirada con luz viva y penetrante.
No, no... ¡Ya la hora fatal ha llegado, trovador! Manrique, partamos ya, no perdamos un instante. DENTRO. ¡Ay! LEONOR. Esa voz penetrante... ¡Si no fuera tiempo ya! Despacio viene la muerte, que está sorda a mi clamor; para quien morir desea despacio viene, por Días. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor.
Las personas son frioleras, el frio se hace penetrante cuando sobreviene la fiebre, y recorre rápidamente el cuerpo; hay calosfríos, temblor general, y los piés y manos están helados.
Atención exclamó Hales, de pronto, paseando su mirada penetrante de Reginaldo a mí y sucesivamente, voy a hacerles una advertencia y bajó la voz hasta convertirse casi en un débil murmullo.
Luego una mano fría se posó pesadamente sobre mi corazón; un fantasma se inclinó hacia mí y pronunció mi nombre con voz penetrante, y yo sentí que el aliento de su boca me había helado.
Había, no obstante, en sus ruegos un tinte de frialdad que dejaba traslucir, para el espíritu penetrante de una mujer, el sordo disgusto y la tristeza que en el fondo del alma sentía. Alzóse del diván; bajó el velo del sombrero. Pepe aún insistía por mostrarse galante y desagraviarla.
Habíalos estado escuchando muy atentamente, apoyado en su ballesta, un robusto flamenco de penetrante mirada y atezado rostro, cuyo traje y porte revelaban á un oficial subalterno de las tropas del Brabante.
Palabra del Dia
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