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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Apenas se había cerrado la puerta tras el barón, Amalia hizo traer la niña a su presencia. ¡Venga usted acá, señorita, venga usted acá! ¡Cuánto tiempo ya que no nos hemos visto! ¿Cómo lo ha pasado usted? ¿Le ha ido a usted bien? El barón es muy galante con las damas, ¿verdad? La niña lanzó un grito penetrante. ¡Ay mi oreja!

Desde el momento que su ojo penetrante ha divisado, los palpos palpan, las pinzas aprietan, las quijadas rompen, y en seguida, sin intermediario, el estómago, que en encierra una máquina para triturar, desmenuza y disuelve. En un momento todo ha concluido, la presa desaparece y es digerida. En ser semejante todo es superior. Ven los ojos por delante y por detrás.

Este particular, como puede recordarse, no escapó a la mirada de la señorita de La Treillade, ¡penetrante y adelantada criatura!

Bien conoció el Conde que las para él desconocidas, ni eran de lo que llaman la sociedad, ni podían tampoco colocarse en ninguno de los grados de la jerarquía del heterismo. Su mirada penetrante y experimentada conoció en seguida que eran ambas de la clase media, o pobres, o muy modestas; que la morena debía de estar casada y que era soltera la rubia.

Delante de su palo asolador caían los mozos de Rivota y Lorío. Pero arrastrado de su ardimiento había ido demasiado lejos. Cuando menos lo pensaba se encontró solo. Entonces, al echar una mirada en torno y verse rodeado enteramente de enemigos, flaqueó su corazón y olvidó su fuerza indomable. Tres veces gritó con voz penetrante demandando socorro á sus amigos.

Le hicieron pasar y el criado subió delante por la gran escalera de piedra. Al llegar al piso principal le rogó que aguardase mientras le anunciaba. Pocos momentos después se presentó Amalia. Dirigió una penetrante mirada de rencor a la niña, que el barón tenía de la mano, y dijo dirigiéndose a éste con frialdad y altivez: ¿Qué deseaba usted?

En aquel instante oyó Roger, tres veces repetida, la nota penetrante de un clarín, y saltando de la roca en que estaba sentado vió que los arqueros empuñaban sus armas y se dirigían apresuradamente hacia los caballos. Llegó en pocos momentos al grupo que formaban los jefes y oyó al señor de Fenton que decía: No me queda duda, es el toque del clarín enemigo.

A sus pies estaban Roberto y el anciano médico. Roberto se ocultaba el rostro entre las manos; los sollozos sacudían su cuerpo. El anciano fijó en su mirada penetrante; por un instante creí otra vez que leía hasta el fondo de mi alma y que mi falta se exhibía abiertamente ante él.

Desde los poemas indios y griegos no se ha cantado con tanto entusiasmo la belleza objetiva, no se ha pintado el paisaje con la palabra de un modo tan perfecto como lo hacen hoy los naturalistas franceses. Han adquirido tal maestría en este género, su idioma claro y flexible les ofrece tanto recurso, que parece ya imposible alcanzar una visión más viva y penetrante del mundo que nos rodea.

Respiraba con verdadera delicia el penetrante perfume que despedían los cerezos en flor y poco a poco su mal humor y su melancolía de la noche antes se fueron disipando... Por la mañana, en la hora del desayuno pudo comprobar que la señora Miguelina procuraba prudentemente substraerse a sus miradas cada vez que entraba en la cocina.

Palabra del Dia

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