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Actualizado: 18 de junio de 2025


El mirar penetrante de sus ojos parecía, al fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se le trocaba en calma para oír.

El obispo la contempló en silencio un buen espacio. La joven, bajo aquella mirada, que pasaba por los cristales de las gafas penetrante, indagadora, volvió a perder la serenidad. ¿Es el coadjutor interino quien la envía a usted para dirigirme una representación? preguntó con extremado sosiego, recalcando cada sílaba de un modo que resultaba epigramático.

Habrá si se quiere una magia hasta cierto punto mas admirable, mas penetrante, mas espiritual, que la de los simples sentidos; pero la diferencia estará en el mas y en el menos, en la naturaleza del fenómeno.

Tiene la armonía del verso, la influencia penetrante del ritmo musical, la forma de los mármoles artísticos, el color de los lienzos divinos. ¡Y entre los raudales de su luz, las olas de melodía, las formas armoniosas como el metro griego, van el sarcasmo de Juvenal, la flecha de Marcial, la punta incisiva de Swift, o el golpe contundente de Junius el sublime anónimo!...

Sin embargo, los de Entralgo eran menos numerosos, y ante la avalancha formidable de sus enemigos no tardaron en ceder terreno. Entonces Nolo de la Braña se salió un instante del sitio de la lucha y lanzó un silbido penetrante.

Y esto en invierno; que en verano, ó cierro la puerta de mi antepecho, ó he de contemplarlos hasta en la menor particularidad de su vida íntima, tanto de día como de noche.... Por hacerme partícipe de sus costumbres estas pobres gentes, hasta me despierta á al mismo tiempo que á ellas el penetrante é intraducible grito de ¡apuyááá! con que les llama, á las tres de la mañana en verano y á las cinco en invierno, para ir á la mar, otro marinero que tiene por esta obligación algunos gajes.

Cuando por las tardes Baltasar lograba acercarse algún tanto a Amparo e inclinaba la cabeza para hablarle, sentíase envuelto en la penetrante ráfaga que se desprendía de ella, causándole en el paladar la grata titilación del humo de un rico veguero y el delicioso mareo de las primeras chupadas.

Antes de salir dirigió una penetrante mirada a su hermana, que ésta se apresuró a evitar sentándose de nuevo. Abajo les esperaba ya, en efecto, Ramón, con el familiar enganchado. Llevaban el carruaje mayor que tenían. Don Rosendo y Pablito, que se habían quedado a comer en Sarrió, volverían probablemente con ellos a la madrugada.

Habíale dotado la naturaleza, no sólo de aquella perfecta armonía de todas las facultades del alma, germen del arte, que es la flor más bella del espíritu humano; no sólo poseía todas las dotes, que son tan necesarias al eminente poeta lírico y épico como al dramático, espíritu flexible y vigoroso, facilidad de penetrar profundamente en la naturaleza y la vida humana, sensibilidad ardiente y variada, elevación de la fantasía y de la inteligencia, sino que le adornaban además en supremo grado todas las prendas que caracterizan á los grandes dramáticos, como el conocimiento más profundo de los hombres y de sus inclinaciones, el sentido más perspicaz para comprender las pasiones, sus causas y efectos, juntamente con inagotable imaginación é inventiva, delicada reflexión y el tranquilo y penetrante golpe de vista necesario para trazar y desarrollar un plan dramático.

¿Su padre acaso? No. ¿Hermano? No. ¿Esposo? Magdalena, lanzando una mirada rápida y penetrante sobre las dos pasajeras, de quienes había observado que no participaban de la admiración general de los hombres respecto a ella, dijo con gravedad no exenta de soberbia: No; es Juan. Hubo una enojosa pausa. Aproximáronse entre las pasajeras, y el canadiense miró, abstraído, el fuego.

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