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El general, que no tenía noticias muy exactas de lo que había sucedido a Santa Eulalia con Calfurniano, creyó buenamente que aquella mocosa quería burlarse y exclamó dando un tremendo puñetazo sobre la mesa: Oiga usted, señorita, ¿sabe usted con quién está hablando? ¿Sabe usted que soy el gobernador militar de la provincia y que nunca he tenido afición muy decidida a las bromas? ¿Sabe usted a lo que se expone al querer burlarse del respetabilísimo consejo de guerra que en este momento presido? ¿Sabe usted que me están dando intenciones de mandarla a usted a la cárcel y encerrarla en un calabozo y tenerla allí a pan y agua hasta que se pudra?... ¿Lo sabe usted, eh?..., ¿lo sabe usted?... ¿Eh?..., ¿eh?...

Bregaba jadeante y frunciendo el ceño con la angostura del corsé, que se resistía a encerrarla en su molde. Siempre ocurría lo mismo: su cuerpo, después de los supremos espasmos, parecía dilatarse en el reposo de la más noble de las fatigas.

Dolly Winthrop le decía entonces que los castigos le harían bien a Eppie, y que no era posible educar una criatura si ciertas partes blandas y que no corren ningún riesgo por esto, no le escocían de cuando en cuando. Además, podríais hacer otra cosa, maese Marner agregó Dolly con aire pensativo , y sería encerrarla alguna vez en la carbonera.

Habría sido más galante, más piadoso, más romántico más en conformidad con los usos de este país encerrarla en santa Clara como una nueva Heloisa, para visitarla y confortarla de cuando en cuando. ¿Qué dice usted? Yo no puedo ni debo juzgar la conducta de los arzobispos, contestó el franciscano de mala gana.

Dentro del sobrecito, que despedía perfume penetrante, había una tarjeta y algunas hojas de rosa. La tarjeta decía: «Isabel de Montalvo, condesa del Padul», con corona encima. Al respaldo se leía en letra diminuta, pero clara: «Lo prometido es deudaVolví a encerrarla en el sobre con las hojas y se la entregué, altamente sorprendido, a Villa.

¡Jesús, santos y santas del cielo! ¡Qué determinación será esa!... ¡Si querrá también el viejo encerrarla á ella en la misma gaveta como una prenda sin uso!... Aquello de la determinación la tuvo preocupada muchos días. En vano trató de sondear el ánimo del viejo. ¡Ay!

Pero aun más que de su gloria artística, ocupóse Currita, a fuer de mujer elegante, del marco que había de encerrarla, instalando en su casa un estudio lujosísimo, digno de Fortuny o de Pradilla, Delaroche o Makart.

Lo que agradecerían las cien lenguas del Modelo aquel pasto riquísimo no es para dicho. Comentáronlo de infinitos modos. Una gitana aseguró que ella lo había soñado la noche anterior y otra hacía gala de un entusiasmo monárquico tan estrepitoso, que hubieron de encerrarla para que entrase en vías razonables.

¡Encerrarla porque llora!... exclamó la otra que en su timidez no se atrevía a contradecir a la Superiora . El caso merecía examinarse. Para preverlo todo indicó la vizcaína , avisaremos también al médico. ¿Y qué tiene que ver el médico...? En fin, yo no . Quien manda, manda. Pero me parecía... Ello podrá ser cosa física; pero ¿si no lo fuera?

Y esa fué la razón por la cual, hace ya bastante tiempo, en ese reino más allá de la mar un soplo descendió de una nube, y heló a mi bella Annabel Lee; de suerte que sus padres vinieron y se la llevaron lejos de para encerrarla en un sepulcro, en ese reino más allá de la mar.