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Este clérigo gana una peseta, que es a lo que monta su misa diaria. «Y muchos días ha oído decir Azorín le falta la celebraciónCon esta escasa renta ha de mantener a su madre y a una hermana. «Y gracias ha oído decir también Azorín que un hermano que tenía, y que se había pegado también a la sotana, se ha casado ya

Me hizo entrar en mi casa, cerró la puerta con cerrojo, entró en el salón el primero, pues yo no quise pasar delante de él, y viendo á Juana Baud tendida en el suelo, lanzó un juramento y dijo volviéndose hacia : ¡He aquí un feo negocio! ¿La ha matado usted? Era una bribona, pero el procedimiento es brutal... Yo exclamé, impulsada por la necesidad de disculparme: ¡Me ha pegado!

Pegado a uno de los pilares de la galería, procuro conservar buen continente, y sin hablar con nadie, contemplo la lluvia que rebota en las losas de colores del patio. Los bohemios están en el suelo, tendidos en grupos.

Al ver á Antonio pegado á la reja de su querida, á pesar del escaso interés que ésta le inspiraba, no pudo reprimir un movimiento de ira; se abalanzó para ordenar al cochero que parase; pero, sosegándose repentinamente, se encogió de hombros exclamando: ¡Ps! ¡Buen provecho!... Todos los cerdos saben el camino de sus pocilgas.

Otros estaban como en acecho entre los montones de la descarga. Eran carabineros y guardianes del puerto. Sintió repentinamente el capitán un aviso de su instinto. Le seguían... Se detuvo en la sombra, pegado á un montón de fardos, y vió á unos hombres que avanzaban en su misma dirección, pasando rápidamente por el borde de la mancha roja de un foco eléctrico para no quedar bajo su lluvia de luz.

Miguel de Cervantes escuchaba ávido, con el oído pegado al ojo de la cerradura; que habíale puesto en cuidado lo que le había prevenido, haciéndole callar, cuando llamaron a la puerta, y escondiéndole después, la tía Zarandaja. Pero no oía otra cosa más que el recio mascar del rapista, que era tal como el de un cerdo, con perdón sea dicho.

En medio de un campo segado, al que habían pegado fuego los labradores, se alzaba una columnita de humo. Medio pollito se acercó y vio una chispa diminuta, que se iba apagando por instantes entre las cenizas. «Amado Medio pollito le dijo la chispa al verle : a buena hora vienes para salvarme la vida. Por falta de alimento estoy en el último trance.

¿Quién desea un cimarrón? preguntó Baldomero, parándose en la puerta, y agregó: Buenos días, señores. Buenos días contestaron; pase adelante. ¿Han descansado? Hemos dormido perfectamente. ¡Pero han soñado mucho! dijo Melchor, riendo, mientras servía el desayuno. Si... ¿no? ¿y con quién? Son pavadas de éste repuso Ricardo. ¿Pavadas?... ¿Y el galope que ha pegado Lorenzo con la Pampita?...

Después de algunas frases vulgares, de haber refocilado el estómago con las viandas y remojado la palabra, dijo su señoría: No piense vuesa merced que me he pegado un trote desde Yanaoca sólo para darle saludes. Usiría sabe contestó el párroco que cualquiera que sea la causa que lo trae es siempre bien recibida en esta humilde choza.

Después, caminando con grandes precauciones, mirando a todos lados y procurando ir siempre pegado a algún transeúnte, me dirigí a casa de mi novia. Eran cerca de las diez cuando llegé. La ventana estaba ya cerrada, mas al aproximarme a ella se abrió con estrépito y apareció Gloria con semblante hosco. ¡Hijo, me has dao el rato! Creí que ya hasías rabona.