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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Estos Indios, pertenecientes á la nacion tacana, son bien constituidos y elegantes de talle, tienen el cabello negro y muy fino, la cara regular y la tez de un blanco pálido; su fisonomía es agradable y espresiva, y todo anuncia en ellos la alegría.

Su semblante, que hasta allí había ido sombrío, pálido, contraído, se dilató; su boca estereotipó su maliciosa é insolente sonrisa de bufón, sus ojos bizcos empezaron á moverse y á lanzar miradas picarescas, y su andar, sus ademanés, todo se trocó. Sacó del bolsillo un cinturón de cascabeles y se le ciñó. Luego atravesó dando cabriolas las galerías de palacio.

Y los que por allí cruzasen á la sazón observarían, no sin sorpresa, que el pálido semblante del señorito resplandecía como el de las estatuas de los héroes, y su cuerpo afeminado parecía hecho de acero al escalar los primeros riscos de la Peña Mayor. Las heces del cáliz. Salieron solos. El conde había dormido mal y necesitaba todavía algún descanso.

Era guapo a lo romántico, de estatura regular, rostro ovalado pálido, de hermosa cabellera castaña, fina y con bucles, pie pequeño, buena pierna, esbelto, delgado, y vestía bien, sin afectación, su ropa humilde, no del todo mal cortada.

Tenía el ambiente una cristalina diafanidad, una templanza gozosa. Las praderas, enverdecidas con un pálido color de esmeralda, ofrecían suavidad fonge y amable, y en los hondones del terreno alzaban los arroyos su plácido son.

Pero ahora los tenía ante sus ojos; podía verlos de cerca.... No eran muchos: un destacamento de infantería y unas cuantas parejas de hulanos iban á escoltar á los deportados hasta otra estación algo lejana. Un jefe único vigilaba desde lo alto de su caballo los preparativos de marcha de este rebaño dolorido: un militar pálido y de una delgadez ascética.

¡Pero, por todos los santos de la capilla de la catedral de Cádiz! exclamó Santiago pálido de cólera y de temor , yo quiero al instante... No puedo por menos que alabar semejante prisa, Santiago. Voy, pues, a dar las órdenes oportunas para hacer armar la chalupa. Nada le faltará: puñales, hachas, picas de abordaje, esmeriles, balas, cartuchos de metralla.

A un miembro del tribunal carlista muy exaltado le había dicho que era republicano y que no oía misa los domingos. A Cañete le fue con la embajada de que se reía de sus críticas en el café. En fin una serie de canalladas que levantan el estómago. Y en efecto, García al narrarlas se ponía pálido y parecía estar atacado de náuseas.

¿Quién? Un personaje muy alto... Acabad. Don Felipe. ¿Don Felipe de qué? Don Felipe de Austria, mi buen amigo, mi entretenimiento, mi loco. ¡Ah! ¡El rey! No os pongáis pálido, amigo mío, no os pongáis pálido; doña Clara hace tanto caso del rey como de . ¡Pero decís que hay otros!... No hay ninguno; es decir, ninguno ha logrado hacerse amar de doña Clara... á no ser que vos... ¿Yo?

Es preciso hacer la señal: una gran hoguera en el Falkenstein. Hullin estaba muy pálido; volvió a ponerse los zapatos. Dos minutos después, con la recia zamarra sobre los hombros y empuñando una estaca, abría suavemente la puerta y marchaba a largos pasos, junto a Marcos Divès, camino del Falkenstein.

Palabra del Dia

hociquea

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