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Pero ahora los tenía ante sus ojos; podía verlos de cerca.... No eran muchos: un destacamento de infantería y unas cuantas parejas de hulanos iban á escoltar á los deportados hasta otra estación algo lejana. Un jefe único vigilaba desde lo alto de su caballo los preparativos de marcha de este rebaño dolorido: un militar pálido y de una delgadez ascética.

Empezaron á volver á ella los vecinos huídos, y los que habían soportado durante más de cuatro años la dominación extranjera les relataban sus miserias. Regresaron también en pequeños grupos los deportados al interior de Alemania, pero su número había disminuido durante la esclavitud. Eran muchos los que se quedaban para siempre en las entrañas de aquella tierra aborrecida y hostil.

Y, por último, la población de indios que reside en todos los puntos militares, formada de deportados, presidiarios que han cumplido su condena y licenciados del Ejército, los cuales se dedican al comercio al menudeo de la localidad, para servir á las familias españolas, y en muy pequeño número á la agricultura, pues los hábitos de holganza y los vicios adquiridos anteriormente pueden más en ellos que el deseo de procurarse una posición desahogada.

Las informaciones recogidas de la policía de Zurich eran, por otra parte, favorables a la nihilista. Tres años antes había salido de Rusia, sola, sin recursos, después de haber sido deportados su padre y su hermano a Siberia por actos revolucionarios.

No, señora, y bien pronto tampoco los habrá en Francia. Nosotros comenzamos a imitar el ejemplo de los ingleses que han reemplazado el presidio por la deportación. La seguridad pública ganará y la prosperidad de nuestras colonias no perderá nada. El presidio era la escuela de todos los vicios; los deportados se moralizan por el trabajo. ¡Tanto peor! Yo echo de menos los licenciados de presidio.