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Dispuesta la gente en tierra y agua, marchamos, y nos pusimos á dos leguas de Hieruquizaba, y el general envió dos indios Cários á decir á Taberé hiciese volver al pueblo los huidos, con sus mugeres, hijos y hacienda, y que diesen la obediencia á los cristianos como antes: y que si lo reusaba, los echaria á todos de aquella provincia.

Venidos al real estos huidos, Despacha Juan Ortiz á priesa gentes: Con Pablo Santiago son partidos Diez ó doce soldados diligentes. Aquestos en un cerro estan subidos A vista del real, á valientes Y astutos en la guerra, y muy cursados, Estan con el temor acobardados.

Saulo y Alvaro la censuraron: créese que S. Eulogio hizo lo mismo . El obispo fué segunda vez encarcelado: el sabio doctor tuvo que ocultarse: los seglares nobles y conocidos temian por instantes la misma pena: todos andaban acobardados, atribulados, huidos. Abde-r-rahman al ver frustradas sus esperanzas se entrega de nuevo á su delirante saña.

Muchos indios escaparon huyendo, y los amigos Yapirús consiguieron el despojo de 1,000 cabezas de sus enemigos. Despues vinieron los Cários huidos, con su cacique, pidiendo perdon al general, y que se les restituyesen sus mugeres é hijos, ofreciendo la obediencia, y servir como antes: y el general les perdonó.

Si encontraba poetas por las calles, Me ponia á pensar, si eran de aquellos Huidos, y pasaba sin hablalles. Ponianseme yertos los cabellos De temor no encontrase algun poeta, De tantos que no pude conocellos; Que con puñal buido, ó con secreta Almarada me hiciese un abugero Que fuese al corazon por via reta.

Empezaron á volver á ella los vecinos huídos, y los que habían soportado durante más de cuatro años la dominación extranjera les relataban sus miserias. Regresaron también en pequeños grupos los deportados al interior de Alemania, pero su número había disminuido durante la esclavitud. Eran muchos los que se quedaban para siempre en las entrañas de aquella tierra aborrecida y hostil.

No debo más, y encantos afuera, y Dios ayude a la razón y a la verdad, y a la verdadera caballería; y cierra, como he dicho, en tanto que hago señas a los huidos y ausentes, para que sepan de tu boca esta hazaña.

Comencé a dar gritos y a pedir confesión; y como no sabía lo que era, aunque sospechaba por las palabras que acaso era el huésped de quien me había salido con la traza de la Inquisición, o el carcelero burlado, o mis compañeros huidos...; y, al fin, yo esperaba de tantas partes la cuchillada, que no sabía a quién echársela; pero nunca sospeché en don Diego ni en lo que era.

Eran buenas estas palabras para espantar cobardes ánimos, no para entibiar el celo ardiente de un apóstol; y así, respondiéndole el Padre afable y cortesmente, prosiguió su viaje, mas no halló indio alguno en sus Rancherías, porque todos andaban huídos por los montes y selvas y sólo se dejaba ver tal cual, que desde las copas de los árboles exploraba los pasos de los españoles.

Que á las pocas calles encontró un alcalde rondando, y que por de prisa que llegaron al lugar de la riña, encontraron á los delincuentes huidos y al señor don Rodrigo mal herido y desmayado y abierta la ropilla como si hubiese sido robado, rodeado de los criados del señor duque de Lerma, que habían acudido con antorchas; que trasladaron al señor don Rodrigo á la casa del señor duque, y puesto en un lecho y llamado un cirujano, el alcalde tomó declaración indagatoria bajo juramento apostólico al declarante; y á los criados del duqueEsta, excelentísimo señor, es la declaración de Francisco de Juara tomada por , y á cuyo pie el declarante ha puesto una cruz por no saber firmar.