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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Cecilia escuchaba estos dichos con la sonrisa, en los labios y ruborizada. Desde que habían comenzado los preparativos de boda, sus mejillas, antes tan pálidas, estaban casi siempre arreboladas. Esta animación y el brillo que la felicidad prestaba a sus ojos, si no bonita, la hacían interesante y simpática. No hay muchacha que en vísperas de casarse deje de serlo más o menos.

¡Está bien! dijo después de leerlos; éstos son los artículos en que habíamos convenido con el señor Duque... El dote que yo aseguro a mi hermana... ¡Ah! dijo la Condesa sorprendida, y un ligero carmín cubrió sus mejillas, ordinariamente tan pálidas. ¡He aquí unas condiciones que nunca se me habían impuesto! ¿Las conoce usted, Fernando?

La otra, que no emplee usted medios tan miserables y tan indignos como éste y eché el periódico al suelo. Las mejillas pálidas de Machín tomaron un tono rojo, sus pupilas fulguraron; pero no replicó. Yo también tengo que hablar con usted dijo el doctor, con severidad. Muy bien. Si usted quiere, iré a su casa esta tarde. ¿A qué hora? A las cuatro, si le parece bien. Bueno.

Temíamos el autor y yo que pareciese esta novela conjunto de reminiscencias algo pálidas o de adivinaciones remotas, y que la ausencia del modelo vivo le quitase frescura y animación. Temíamos que pareciese lenta y perezosa en los primeros capítulos, y un tanto atropellada hacia el final.

Pero ¿cómo podía hablar así el joven ministro, cuando con cada domingo que pasaba sus mejillas se volvían más pálidas, su rostro más delgado, y su voz más trémula; y cuando ya se había convertido en hábito constante oprimirse el corazón con la mano? ¿Estaba fatigado de sus labores? ¿Deseaba morir? Estas preguntas le fueron solemnemente hechas al Sr.

Con dulzura insinuante y con el reposo debido, a fin de hacerse entender bien y de poner en sus ideas orden y claridad, contestó entonces el P. Enrique a los argumentos de D. Anselmo; mas, a pesar del dominio que tenía sobre y sobre su palabra, la emoción que embargaba su ánimo venía a revelarse en su acento, en el brillo de sus ojos y en el encendido color de sus mejillas, pálidas de ordinario.

Yo la miré: el dolor, la angustia, la contrariedad, alteraban sus pálidas facciones, y marcaban debajo de sus ojos un círculo lívido. No hay ningún medio le dije de hacer bajar hasta aquí la barca; pero si quiere usted permitírmelo, nadar un poco y me lanzaré á tirar de la pata al animal.

«Al perder un hermano encuentro un primo... y, acaso, un novio... un esposo... «Yo, que amaba ya tanto a Raúl, ¿cómo voy a hacer para amarle más?... ¿Y él, querrá amarme? Usted me ayudará a conseguirlo, ¿verdadLos labios trémulos, los ojos fijos, las mejillas más pálidas que las de la moribunda, Liette permanecía rígida, muda, sin quejas, sin lágrimas...

Su negro traje, su figura temblorosa y sus pálidas mejillas, humedecidas por las lágrimas, me indicaron que esta joven, por quien tenía que velar, conocía ya la penosa y triste realidad.

A Zurich iba para hablar de ella a otra infeliz, a Alejandra. Alejandra Natzichet ha muerto... Vérod estaba aturdido. No, no soñaba; pero la realidad tenía todos los caracteres del sueño. El hombre que hablaba en su presencia se parecía a aquel orgulloso revolucionario como las pálidas imágenes de una pesadilla se parecen a las personas vivas. ¿Muerta la Natzichet? ¿Cómo, por qué había muerto?

Palabra del Dia

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