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Los ladridos lastimeros alteraban el canto de los canónigos, y el Tato reía, mientras que allá, en la reja del coro, torcía el gesto el buen Esteban, amenazándole con la vara de palo. Tío dijo una tarde el travieso perrero , usted que cree conocer bien la catedral, ¿a que no ha visto las cosas «alegres» que tiene?

Había días, había horas, en que la flacura de las mejillas parecía demasiado grande: todas las líneas del rostro se alteraban, como próximas a desfigurarse; la tez, no iluminada en esos momentos por la llama interior, se ponía lívida, la mirada aparecía velada y casi ciega.

No faltaban entre los soldados ordinarios algunos, que con secretas pláticas alteraban los ánimos para nuevos movimientos, diciendo: ¿Qué nos importaba haber vencido tantas veces, si se nos quita el premio de las manos? ¿Para esto salimos de nuestra tierra, y del regalo de la patria; para tener por recompensa del peligro de la vida tantas veces aventurada una pequeña paga? ¿Después de ganada una Provincia sacarnos de ella, y darnos por galardon de tantos servicios una nueva y peligrosa guerra?

Y por la noche, cuando regresaban a la gañanía para dormir, otro gazpacho caliente: pan guisado y pan seco, lo mismo que por la mañana. Al morir en el cortijo alguna res cuyas carnes no podían aprovecharse, se regalaba a los braceros, y los cólicos de la intoxicación alteraban por la noche el amontonamiento de carne adormilada en la gañanía.

Yo la miré: el dolor, la angustia, la contrariedad, alteraban sus pálidas facciones, y marcaban debajo de sus ojos un círculo lívido. No hay ningún medio le dije de hacer bajar hasta aquí la barca; pero si quiere usted permitírmelo, nadar un poco y me lanzaré á tirar de la pata al animal.

Ello es, que estas locas imaginaciones, ayudadas de los desvelos de enfermera, y acaso de alguna otra causa, marchitaban la tez de Lucía y alteraban su antes regocijado y apacible genio.

Levemente frunció el ceño el novio, que no en vano había corrido cuarenta y pico de años de la vida cercado de gentes de festivo humor y fácil trato y huyendo de las escenas de lagrimitas y de lástimas y disgustos que alteraban por extraño modo el equilibrio de sus nervios, desagradándole como desagrada a las gentes de mediano nivel intelectual el sublime horror de la tragedia.

Estos castigos extremados apenas alteraban la popularidad de Martínez. ¡Qué general no había hecho otro tanto! En el populacho, medio indio, persistía el alma de sus crueles ascendientes, los cuales veneraban á sus dioses cuanto más sedientos se mostraban de sangre y según el número de víctimas á las que se extraía el corazón en sus altares.

En su egoísmo infantil de hombre sano y musculoso, había llegado a considerar a su cuñada como un ser pasivo, razonable y frío, admirable para aconsejar y dirigir a los demás, un ser superior, si se quiere, pero incapaz de sentir aquellas cóleras, aquellas alegrías, aquellas pasiones insensatas que alteraban a los caracteres débiles como el suyo.

Lo mismo puede decirse de las mamas, tan rendidas y aduladoras antes de casar a sus hijas, y tan despegadas así que lo conseguían. Pero tales flaquezas no alteraban el buen humor de aquellas benditas ni destruían su optimismo. Como se estaban renovando sin cesar los asistentes a su casa, olvidaban la ingratitud de los antiguos para pensar tan sólo en el aprecio que les tributaban los nuevos.