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Luego hizo un gesto de fastidio. ¡Lagrimitas a él!... Pero no; lloraba de veras, con toda su alma, con quejidos de angustia y estremecimientos nerviosos que conmovían todo su cuerpo. Arrepentido de su brutalidad, dio orden al cochero de detener el carruaje. Estaba fuera de la Puerta de Hierro; no pasaba nadie en aquel momento por el camino. Trae agua... cualquier cosa. La señorita está enferma.

Y Currita se enterneció otra vez, emboscando entre sus nuevas lagrimitas este ruego inocentísimo: Lo único que pido es que escriba usted mismo a la señora la verdad de lo que está pasando... ¡Le tengo un miedo a los enredos, a los chismes de este Madrid!... ¡Esa Isabel Mazacán es tan chismosa... me tiene una envidia!...

Lilí, al oír esto, saltó espontáneamente de la silla y se arrojó al cuello de su madre, cubriéndole el rostro de besos, llorando y riendo al mismo tiempo, como se mezclan la lluvia y el sol en un chubasco de mayo. Ella se enterneció un poquito y derramó tres lagrimitas.

Levemente frunció el ceño el novio, que no en vano había corrido cuarenta y pico de años de la vida cercado de gentes de festivo humor y fácil trato y huyendo de las escenas de lagrimitas y de lástimas y disgustos que alteraban por extraño modo el equilibrio de sus nervios, desagradándole como desagrada a las gentes de mediano nivel intelectual el sublime horror de la tragedia.

Ezto e de las propios lagrimitas de Jezú decían unos chasqueando devotamente la lengua. No contestaban otros, es la mezmízima leche de la Mare e Dió... Y el señorito reía, gozándose en su asombro. Era vino de la bodega «Dupont Hermanos»: un vino venerable y carísimo, que sólo bebían los mislores allá en Londres. Cada gota valía una peseta.

¡Juan...! ¡Juan! gritó doña Manuela avanzando un paso con ademán imponente, extendiendo las crispadas manos como si fuera a arañarle. ¿Qué hay...? ¿Qué quieres...? No me causas miedo. Los que somos honrados decimos sin temor la verdad.... Ya veo que has llorado, pero a no me engañan tus lagrimitas.

¡Farsante! gritó . Ni siquiera te ha tocado la Chula. ¿Y , para qué vas a meterte con ella? Un día te come media nalga, y después lagrimitas. ¡A callarse y a reírse ahora mismo! ¿En qué se conocen los valientes? Diciendo así, colmaba de vino su vaso, y se lo presentaba al niño que, cogiéndolo sin vacilar, lo apuró de un sorbo. El marqués aplaudió: ¡Retebién! ¡Viva la gente templada!

Dice que no, que bien claro está que Dios me llama para ... Ella tiene buscada colocación en casa de un cura... como está así, medio ciega, sólo en un sitio de poco trabajo puede servir. ¡Ay, Niño Jesús de mi alma! ¡Cuántas lagrimitas tengo llorado aquí sin que nadie me viese! ¡Qué días!

Esta escena ocurría en el gabinete, hallándose las dos cosiendo sus trajes de verano. No vengas ahora con lagrimitas que han de parecer de hipocresía. Porque yo digo una cosa. Óyeme atentamente». Doña Lupe dejó la costura y se preparó a hablar, como los oradores de profesión. «Yo me pongo en el caso de una mujer que siente una pasión antigua, con raigones muy hondos y que no se pueden arrancar.