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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Ha sido casi necesario emplear la fuerza para sacarlo de su retiro. Con paso torpe ha salido tambaleándose del molino. Ha encontrado a su mujer acurrucada en un rincón, con las mejillas pálidas y la mirada temerosa.

En el fondo de las bodegas de cerveza, abovedadas y frescas; en los jardines de las cervecerías, donde mecían sus pálidas luces los farolillos de colores; por todas partes, mezclándose con el ruido de las pesadas tapaderas al caer sobre la boca de los jarros de cerveza, percibíanse las notas del triunfo que salían de los instrumentos de metal y los suspiros de los de madera.

Cuando le comuniqué a Mabel la promesa que le había hecho a su padre, sus pálidas mejillas se cubrieron de un leve carmín. Ciertamente, es mucha bondad la suya, señor Greenwood, molestarse por mis asuntos me dijo, mirándome y bajando luego sus ojos modestamente. Supongo que en adelante tendré que considerarlo como mi tutor y riose ligeramente, dando vuelta a su anillo en derredor de su dedo.

De América las lágrimas Bañando los cabellos De los gigantes mártires, Cual nítidos destellos, Una corona bélica A sus virtudes cívicas Y á su valor serán. En las eternas páginas Del libro de los hombres, Como inmortal espíritu Revivirán sus nombres, Y las coronas pálidas De las edades áridas De gloria teñirán.

Se secan sus lágrimas; el estupor de la desesperación se lee en sus facciones rígidas y pálidas; ella vuelve el rostro y se deja arrastrar por él como si no tuviera ya voluntad. En el umbral del emparrado, retira su brazo del de Juan y, reuniendo sus últimas fuerzas, se precipita sola hacia la puerta. Luego, desaparece en la sombra espesa del follaje.

Las mejillas, tan pálidas hasta entonces, se veían animadas de rosado color. Su sexo, su juventud, y toda la riqueza de su hermosura se diría que habían surgido de nuevo de lo que se llama el pasado irrevocable, y se agrupaban en torno de ella con su esperanza virginal y una felicidad hasta entonces desconocida, y todo dentro del mágico círculo de esta hora.

Pepe Castro se volvió estupefacto. Por las pálidas mejillas del marqués rodaban algunas lágrimas de enternecimiento. Hizo un mohín de lástima y siguió arreglándose los bigotes. Al cabo de unos momentos de silencio, dijo: Dispensa, chico. No tengo esas dos mil pesetas; pero aunque las tuviera puedes estar seguro de que me guardaría de dártelas si las ibas a emplear como dices.

No es todo, me responden los ecos, no es todo. Voces fuertes y proféticas se levantan para siempre en nosotros y en toda ruina a la intención de los sabios, parecidas a los himnos de Memnon al Sol! Reinamos en los corazones de los hombres más poderosos; reinamos con despótico imperio sobre todas las almas gigantes. No somos impotentes nosotras, pálidas piedras.

Varias veces entró en San Carlos, para ver siempre lo mismo: las vidrieras policromas cada vez más pálidas, así como descendía la tarde; los haces de banderas; los retablos rompiendo la sombra con el resplandor mortecino de sus oros, y mujeres arrodilladas é inmóviles: unas mujeres que parecían las mismas de la otra vez, como si las semanas fuesen minutos.

Todas las caras estaban pálidas, pero no con palidez mate, sino brillante y lívida, con el sudoroso barniz de la emoción. Pensaban en la arena, invisible en aquellos momentos, sintiendo el irresistible pavor de las cosas que ocurren al otro lado de un muro, el temor de lo que no se ve, el peligro confuso que se anuncia sin presentarse. ¿Cómo acabaría la tarde?

Palabra del Dia

bagani

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