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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Os prometo que, para vengar a mi tío, cuando el mayor moscón venga a chapurrearme piropos, no me contentaré con volverle la espalda, sino que he de decirle: guardad vuestro resuello para tocar la trompa. Mejor harías dijo Rafael en imitar a las señoritas extranjeras, que se ponen coloradas para dar los buenos días y pálidas para dar las buenas noches.

No podía negarse que las mejillas, generalmente pálidas de Magdalena, habían recobrado el color de la salud; pero este color, sobrado vivo quizá, se concentraba demasiado en los pómulos, dejando el resto del semblante envuelto en una palidez que dejaba trasparentarse una red de azuladas venas casi imperceptibles en otra persona cualquiera y que marcaba una huella sensible en el cutis de la joven.

La joven, al ver a Amaury que le ofrecía la mano para ayudarla a echar pie a tierra, no fue dueña de contener un grito de alegría, al mismo tiempo que sus pálidas mejillas, se teñían de un vivo rubor. ¡Amaury! ¡Usted aquí! ¡Dios mío! ¡Qué pálido viene! ¿Está usted herido? No, Antoñita; tranquilícese usted contestó Amaury. Nadie ha resultado herido: ni Felipe ni yo...

Acaso aquel amor que subyugaba mi alma, aquel sentimiento inefable que ennoblecía mi espíritu y dirigía mis pensamientos hacia los propósitos más nobles, sería pasajero como la vida de aquellas flores que no bien fueran arrancadas del tallo se doblarían pálidas y mustias. ¡Sería cierto que el amor de Angelina estaba destinado a vivir eternamente! ¿Sería verdad lo que me dijo la joven, que pronto la olvidaría?... No, que la amaba yo con todo mi corazón, con toda la energía de mi alma.

«Deben de ser dos», pensó el Magistral, que cada vez que veía al animalucho encima sentía un poco de frío en las raíces del pelo. La noche estaba hermosa, acababan de desvanecerse las últimas claridades pálidas del crepúsculo.

Eran las montañas negras, duras, macizas en apariencia, bajo la oscurísima techumbre del cielo tormentoso; era el valle alumbrado por las claridades pálidas de un angustiado sol; era el grupo de castaños, inmóvil unas veces, otras violentamente sacudido por la racha del ventarrón furioso y desencadenado.... A un mismo tiempo exclamaron los dos, capellán y señorita: ¡Qué día tan triste!

Cuando levantaba de nuevo los ojos, las altas vidrieras se habían iluminado, y sus imágenes de esmalte resplandecían, con las túnicas azules y rojas y las bellas caras en éxtasis, circundadas por el oro de las aureolas. Así le esclarecían las palabras de Julio sus ideas íntimas, y pálidas figuras dormidas se incorporaban como atónitas en la penumbra de su espíritu.

Pero el drama, la fábula patética que retrata las grandes conmociones del alma, y pinta los más visibles caracteres de la sociedad, no existía entonces. Se hacían algunas tragedias, obras pálidas y sin vida, porque no eran animadas por la inspiración nacional, ni nuestro pueblo vivía en ellas, ni nuestros héroes tampoco.

El pobre hombre palideció, sus oidos le zumbaron, una nube roja se interpuso delante de sus ojos ¡y en ella vió á su mujer y á su hija, pálidas, demacradas, agonizando, víctimas de fiebres intermitentes!

Encogido, doblado, hecho un ovillo, yacía al pie de una de las paredillas del camino, mientras Telva se erguía un poco más arriba, en actitud airada, los ojos centelleantes, las mejillas pálidas, arrojándole sin piedad todos los pedruscos que hallaba a mano. Y la lengua la movía con igual celeridad que las manos.

Palabra del Dia

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