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Actualizado: 3 de junio de 2025


Al terminar su peroración con una media vuelta, arrojando la montera al suelo, el entusiasmo estalló ruidoso. ¡Olé el niño de Sevilla! ¡Ahora iba a verse la verdad!... Y los espectadores se miraban unos a otros, prometiéndose mudamente sucesos estupendos. Un estremecimiento corrió por las filas del graderío, como en presencia de algo sublime.

Tiene las manos blancas y finas, los ojos dulces, la voz suave, el habla graciosa; sabe tocar el ole en un organito muy mono, y cuando no está mamá delante, habla de cosas mundanas con tanta gracia como decencia. ¿Y fray Pedro Advíncula, va a casa de usted? ... es amigo de lord Gray. Y a usted ¿no la prepara para algo? A contestó la muchacha con profundo desconsuelo a , para nada.

Y era tal su gesto, que Fuentes levantó los hombros cual si repeliese toda responsabilidad, y le volvió la espalda, aloyándose poco a poco, con la certeza de ser necesario de un momento a otro. Gallardo extendió su trapo en la misma cabeza de la fiera, y ésta le acometió. Un pase. «¡Olé!», rugieron los entusiastas.

Seré tu mare, y tu jembra, y too lo que haya que ser pa que vivas contento y feliz. ¡Olé! ¡Sigue soltando por ese pico, serrana! dijo Rafael con nuevo entusiasmo. Y te quiero también continuó María de la Luz con cierta gravedad porque soy digna de ti: porque me creo buena y estoy segura de que al ser tu mujer no he de darte la menor pesadumbre. no me conoces aún, Rafaé.

Era una voz algo gangosa, si bien se conocía que salía así, más que por ser natural, por la voluntad de parecerse e imitar las voces de las mujeres del pueblo. Dicen que me andas quitando la honra, y no por qué. ¡Bueno! gritó Suárez aprovechando la pausa. ¿Para qué enturbias el agua que has de venir a beber? ¡Bravo! grité yo. ¡Olé! dijeron los demás.

Volvía a salir a luz el pañuelo, y todos lo miraban. ¡Las tres flores blancas! ¡La señal de la virginidad! Podía celebrarse la boda. Y al abrirse de nuevo la puerta y mostrar la vieja el pañuelo, entraba la genio en tropel, vociferando de alegría, saludando a la desposada con ruidosos aspavientos: ¡Viva lo bueno!... ¡Viva la honra! ¡Olé por el mérito! ¡Vamos a juntarlos!

¡Olé los hombres con riñones! ¡Bendita sea la mamá de todos ustedes! ¡Viva la guardia civil! Van ustedes a tomarse una copa conmigo. Chivo, sirve a estos caballeros. El veterano volvió a excusarse. La ordenanza... el reglamento del cuerpo... Pero su firme negativa la acompañaba con una sonrisa bondadosa. Tenía enfrente a un Dupont; a uno de los más ricos de la ciudad.

La rapidez y la facilidad con que el ganadero realizó la suerte provocaron en la empalizada una explosión de entusiasmo. ¡Olé los viejos! Nadie entendía de toros como el marqués. Los manejaba como si fuesen hijos suyos, acompañándoles desde que nacían en la vacada hasta que marchaban a morir en las plazas como héroes dignos de mejor suerte.

Lo peor es que á Joseliyo se le orvió traernos unas aceitunitas ó unas ruedas de chorizo apuntó con calma Pepe de Chiclana. Los compadres rieron. ¡Ole por Pepe! ¡Lo mejor que se ha dicho en la tienda desde su fundación!

Se quitó la montera ante la presidencia para brindar. ¡Olé! ¡olé! Nadie oyó una palabra, pero todos se entusiasmaron. Debía haber dicho cosas muy buenas. Y el aplauso le acompañó cuando se dirigía hacia el toro, cesando con un silencio de expectación al verle próximo a la fiera.

Palabra del Dia

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