Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 25 de junio de 2025


Marchaban en tal estado de agitación que los esposos se detuvieron sorprendidos y recelosos. ¡Vicenta! Las domésticas tuvieron el paso, y al verles, el miedo y el dolor se pintó en sus semblantes. ¡Ay, señoritos del alma! exclamaron casi a un tiempo las dos. ¿Qué ocurre? preguntó Mario petrificado de terror. ¿El niño?... ¿un coche?... gritó Carlota sacudiendo a la niñera por el brazo.

Después como si fuese acometida súbitamente por un rapto de locura se puso a gritar a la niñera: ¡Juana! ¡Juana...! ¡El niño! ¿Dónde está el niño? ¡Traerme el niño...! ¿Qué haces? ¿Qué quieres? preguntó a su vez sorprendido Aldama. ¡El niño! ¡El niño! seguía gritando Clara sin hacer caso.

La niñera no tenía otra obligación que la de mirar por ella y acompañarla incesantemente; la quería de todo corazón, y era esclava de sus menores caprichos; hacíanla estrenar un vestido cada semana, y no se ponía tasa a sus antojos de juguetes.

Clara vaciló un instante, pero al cabo dijo alzando los hombros: Está bien; pásalo al salón. Y entregando su hijo a la niñera fuese a ver quién era el visitante. Cuando puso el pie en el salón una ola de rubor subió a sus mejillas. En medio de él, grande, colosal, más colosal aún que antes, se hallaba el marquesito del Lago. Este se puso también fuertemente colorado al verla.

Me ha dicho Balbina que ayer despediste a tus criadas. MÁXIMO. Me servían detestablemente, me robaban... Estoy solo con el ordenanza y la niñera. EVARISTA. Vente a comer aquí. MÁXIMO. ¿Y dejo a los chicos allá? Si les traigo, molestan a usted y le trastornan toda la casa. EVARISTA. No me los traigas, no. Adoro a las criaturas; pero a mi lado no las quiero.

Y generalizando el caso, ¡cómo se reirían las mujeres de los hombres si les vieran pensar! <tb> A todo esto sin llover; es decir, don Juan, imposibilitado de hablar con Julia, la niñera, que ni se acordaría tal vez de la cita.

En los paseos públicos habría unos bancos para niños, unos bancos para niñeras, unos bancos para ancianos, y quizás hubiese también unos bancos especiales para los candidatos al Parlamento: los chicos de tres años, cuando estuviesen cansados de jugar, irían de banco en banco, y, calándose unas gafas, estudiarían los diferentes letreros: ¿Soy yo candidato? se preguntaría Manolín . ¿Soy una niñera?...

Todavía no estaban abiertas las tiendas... Esperaría a que se levantase la señora... Insistió Lita... Y entre niña y niñera entablose una tremenda disputa, de la cual resultó llorando la niña... Al oírla, su mamá, que dormía en el cuarto contiguo con el oído siempre despierto, se apareció envuelta en elegantísimo peinador de blondas.

Hecho lo cual, siempre prudente y previsor, se eclipsaba. Paquito, viéndose estafado, ponía el grito en el cielo. «¿Quién ha sido, rico? ¿Quién te ha llevado el pastelito? exclamaba su niñera. ¿Ha sido el Fidel? Vamos a pegarle con el látigo.» ¡Dónde estaba ya el Fidel! En un buen rato no se le veía por ninguna parte.

A todo esto, y desde la vuelta de su nodriza al pueblo, la habían puesto al cuidado de una niñera, que la sacaba a orearse por el Retiro tres o cuatro veces a la semana, y dormía a su lado en una de las habitaciones más apartadas de la de su madre, con el piadoso fin de que no la turbara el sueño por la noche.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando