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Actualizado: 25 de junio de 2025
De pronto, ella, casi gritando, dijo: ¡Ten cuidado, monín! Hasta entonces no había notado don Juan que a pocos pasos delante de la dama marchaba un pequeñuelo, de dos años a lo más, y una muchacha vestida a lo niñera, cuyas ropas mostraban estar sirviendo en casa rica.
¿Y esto, señorita? ¡Mire usted que es mucha plata! dijo Julia presentando el puñado de pesetas, fruto de la última propina. Eso es tuyo. Lo que yo te doy de menos él te lo da de más. Anda, que pronto se te acabará. Lo que hace falta es que usted acabe con él..., es decir, que empiece. Cuando la señorita se case me lleva de doncella, y luego, si Dios es servido... de niñera. ¡Ave María Purísima!
Avanzó hacia la berlina que venía siguiéndola, esperó a que se detuviese, y sin volver el rostro, abrió la portezuela; en seguida dejó que montase la niñera, después levantó al pequeñín en brazos para que aquélla lo acomodara sobre sí, y, por último, subió ella, descubriendo algo más que el pie, con lo cual don Juan quedó maravillado y suspenso, experimentando una impresión parecida a la que debió de sentir Moisés cuando le enseñaron de lejos la tierra prometida.
En estos y parecidos lances, es decir, sin ninguno notable, transcurrieron veintitantos días. Por fin, una tarde, cuando don Juan iba por frente a la Cibeles, dirigiéndose al Retiro, vio a la niñera sola con el chico. Buscó con las miradas a Cristeta; pero en balde, y se dijo: «
Cuando volvió la cabeza, la marquesa había ya desaparecido. Al recobrar el conocimiento y después de haberle prodigado los cuidados necesarios se hizo venir al médico. Este, teniendo en cuenta el estado de la madre y el tiempo que ya contaba el niño, ordenó que se le destetase. Se dispuso, pues, que durmiese en un cuarto separado con la niñera. Clara pasó el resto de la tarde llorando.
Sé que la única persona a quien puedes temer no está en Madrid. Espero con impaciencia un recado o dos líneas tuyas. Recibe un respetuoso saludo de Nuevo intervalo de veinticuatro horas, y nueva entrevista de la niñera con don Juan al pie de la estatua de Felipe III. ¡Triste cosa, ser rey y presenciar alcahueterías!
Lo demás lo he gastado en ese lujo de que hablas, en alquilar este cuartito y ese coche que has visto, en tener niñera, una chica que, a pesar de tu experiencia, te ha engañado como a un chino, y en que unas pobres gentes me dejasen por unas cuantas veces ese niño a quien yo he vestido y de quien tú te has figurado... ¡No me mientes eso!
Por último, lejos de soltar a Luz, corrió a ponerse con ella delante de un espejo. La marquesa, que sin decir una palabra, aunque expresando un libro entero con los ojos, había estado muy atenta a la escena de los besos, en cuanto vio lo que estaba haciendo Guzmán, le quitó la niña de sus brazos; llamó a la niñera y se la entregó para que la sacara de allí.
Estarían seguramente en buena posición, y puede que algunos días tuvieran convidados a su mesa. La servidumbre es necesaria, y llegaría un día seguramente en que no se podrían pasar sin una niñera. Al oír esto, por poco suelta la risa Fortunata; pero se contuvo, concretándose a decir en su interior: «¡Para qué querrá niñeras este desventurado...!».
La visita había sido inevitable porque el criado no dijo el nombre del marqués, se había hecho en presencia de la niñera y sólo por el temor de aumentar su desazón había aplazado darle conocimiento hasta verle más tranquilo. Tristán se rindió en el fondo a estas verdades, pero no en la apariencia.
Palabra del Dia
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