United States or Tuvalu ? Vote for the TOP Country of the Week !


No te arrepentirás. Julia no había mentido. La berlina bajaba echando chispas por la Plaza de las Cortes. El cochero, al ver a la niñera, detuvo; abrió Cristeta desde dentro la portezuela y subió la chica con el nene. <tb>

Amar y entregar el alma, y, considerándolo como miserable esclavo del alma, hacer también regalo de su cuerpo... tal vez; pero a un solo hombre, y ese había de ser él. <tb> Llegada que fue a Santurroriaga se hospedó en el piso segundo de la Fonda de España.

Ensimismado y desprendido de cuanto le rodeaba, creyó verla mientras en su casa se vestía, desazonada y trémula, engalanándose con premeditación para venir a rendírsele. ¡Oh portentosa fuerza de abstracción! ¡Oh bienhechora potencia imaginativa!, ¡sed benditas, porque dais al hombre la visión de la dicha deseada cuando aún la tiene lejos... cuando acaso jamás ha de llegar!... <tb>

<tb> Don Juan volvió a su casa muy pensativo. Por la noche fue al teatro, a una tertulia, al club, y con nada logró distraerse. En los palcos, en los salones, en el cuarto del tresillo, en todas partes creyó tenerla delante de los ojos.

Acordándose entonces del último diálogo que tuvo con su sobrina cuando ella le mandó llamar después de ver a don Juan en la Moncloa, el estanquero pensó: «El grandísimo pillo me busca; tenía razón la chica; pues que iré, y veremos por dónde respira. ¡Canalla...! ¡A ese que no le faltará dinero para tener queridas!» <tb> Son las once Y media de la mañana.

Entonces, rechazando como vergonzosa la posibilidad de haberse enamorado, sacrificó su gusto al pícaro amor propio, y determinó huir cuanto antes de Cristeta, en cuyos encantos comenzaba a vislumbrar, no una conquista semejante a sus anteriores hazañas, sino una red capaz de aprisionarle para siempre. <tb> Eran las dos de la madrugada.

Pocas horas después de enviar don Juan a Cristeta su romántica y desesperada carta de despedida, recibió de ella un papelito que traía estas palabras escritas con mano temblorosa: «Juan: Oy mismo a las once de la noche te espero en la plaza de oriente frente a la puerta de Palacio, y si no estás decidido a todo no bayas. Cristeta.» <tb>

Media hora duró la conversación, y debieron de entenderse, porque al despedirse, don Juan decía: Marearle un poco, mucha conversación, nada de hacerle concesiones, de cuando en cuando una dedadita de miel... y, sobre todo, que lo sepa su mujer. Vaya usted descuidado: le voy a volver tarumba. <tb>

Mañana, por única vez, para despedirnos, a las ocho de la mañana en la Moncloa, entrando por la parte de la Bombilla iré en coche y por la Birgen rompe este papel. <tb> ¡Dios santo, qué noche!

Escrito el anónimo, puso el sobre a doña Frasquita, y llamando a un muchacho de la vecindad, de quien podía fiarse, le dijo: Vas al estanco que hay a lo último de la calle de la Pingarrona, preguntas por esta señora, la entregas la carta en propia mano, teniendo cuidado de que esté sola, y en seguida aprietas a correr. <tb>