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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


Ella conocía, como se conocen los muebles de la casa, todos los coches de Palacio, el de carey, el de nácar, el de los globos, y hasta de los paramentos y arneses podía dar circunstanciada noticia.

De improviso, todo cambió, apareciendo por arte de magia un cuarto vulgarmente amueblado con cama de hierro, sofá de espadaña, dos baúles y una percha clavada en la puerta. Sobre asientos y muebles había muchas ropas adornadas de oropel y talco.

Con esta nueva demora hubo de transigir Manuel, ya formalmente esperanzado por la seriedad de la promesa. Comprendo que tengas miedo al mar le dijo; pero júrame que documentos, papeles, ropas, muebles, todo, lo tendrás preparado para que nos casemos a las veinticuatro horas de mi llegada.

El envidioso asombro que aquellos muebles le inspiraban, se traducía en movimientos nerviosos y gestos desabridos; desparramaba las miradas por la estancia, y en seguida se le contraían los labios y se le dilataban las ventanas de la nariz. ¿No era una desesperación que andando por el mundo hombres capaces de gastarse aquello, hubiese mujeres como ella que, aun siendo pródigas de su cuerpo, tenían que vivir entre hambre y remiendo?

La dudosa claridad que esparcen los carbones encendidos que arden en la chimenea, tiende á producir el efecto que he tratado de describir. Vierten una luz suave en toda la habitación, acompañada de una ligera tinta rojiza en las paredes y en el cielo raso, y de un débil reflejo del pulido barniz de los muebles.

Encima de estos muebles se veían roperos sin ropa, jaulas sin pájaros, y arrinconado en la pared, un biombo de cuatro dobleces, mueble que, entre los demás, tenía no qué de alborozado y juvenil.

Pero como las noticias eran cada vez más alarmantes, esto produjo en todos los montunos el efecto más desastroso, y comenzaron á llegar á las poblaciones carretas cargadas de muebles, gallinas y frutos, y á los destacamentos de la Guardia Rural venían los hombres con sus caballos á ofrecerlos al Gobierno, antes que las hordas de alzados se apoderasen de ellos.

Y al volver los ojos al modesto interior, lo mismo la fría oficina que el salón de elegancias pasadas de moda, el capitán encontraba con placer infantil todos los muebles y todos los objetos familiares, todo, hasta el pobre Breal, primer compañero de sus juegos, disecado en memoria suya.

La charla de sus labios infantiles, suave como el gorjeo de un pájaro; el canto un poco ronco, pero aun más tierno, por eso mismo, de su padre, al dormirla entre los brazos; los sueños, las frescas carcajadas de la adolescencia, el hermoso sol de las mañanas de abril que la bañaba en su cuarto, las caricias incesantes de su madre, el calor del hogar en suma, ese calor que no se compra con los tesoros de la tierra, todo quedaba detrás de ella impreso en las paredes, empapado en los muebles. ¡Y ella lo dejaba sin lágrimas!

Subieron los peldaños de madera y entraron en el comedor, cuyos muebles elegantes resultaban demasiado pesados y vistosos. Pirovani los enseñó con vanidad, golpeándolos para ensalzar los méritos del roble y elevando los ojos al techo mientras aludía á sus precios.

Palabra del Dia

vengado

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