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Actualizado: 7 de julio de 2025


Febrer entretuvo la espera contemplando esta vasta pieza, de un lujo arcaico. Así era su casa en tiempos del abuelo. Las paredes estaban cubiertas de rico damasco carmesí, y sobre ellas destacábanse antiguos cuadros religiosos de suaves pinceles italianos. Los muebles eran de madera blanca y oro, con voluptuosas curvas, tapizados de gruesa seda bordada.

Podía juzgarse, sin embargo, que no se había tratado mal á don Juan; algunos muebles, aunque no de lujo, decentes; una cama limpia, una alfombra usada, pero aceptable aún, y un brasero con fuego, hacían cómodo aquella especie de calabozo, si es que un calabozo puede ser cómodo para un preso.

En fin, la última vez que estuvieron los dos, el joven le dijo al viejo aquí en el portal: «no importa nada; total, un trimestre de alquiler y los muebles, que como son pocos y buenos no estorban; la semana que viene me los llevaré a mi casa y servirán para renovar el gabinete..., o por si algún día me caso

Apenas se distinguían los muebles, antiguos, de maderas de color atezado y los dorados de las marqueterías brillaban débilmente. Telas de colores sobrios, blancas muselinas flotantes completaban un conjunto de tonos pálidos y dulces, impregnando de tranquilidad y recogimiento en la semioscuridad de un suave crepúsculo.

Era un pequeño espacio abovedado, deprimido, denegrido, desnudo de muebles, á cuyo fondo había una puerta, á la que se encaminó el bufón. Siguióle Quevedo. El tío Manolillo cerró aquella puerta.

Por otra parte, mi licencia está por terminar y tengo que volver a Berlín. Le pregunto si no podría conseguir una prórroga, pero bien veo que no la quiere: «Echa de menos el círculo...» Todos sabemos lo que es eso. Y, además, tiene que vender sus muebles y que arreglarse con sus acreedores. Vete, pues le digo; y Dios te acompañe, hijo mío.

Ella tenía buen gusto y había amueblado su estancia, valiéndose de los mejores tapiceros, con muebles elegantes y hasta lujosos, pero sin relumbrón alguno.

Sus muebles... sus riquezas... su parque. ¡Pero va usted á caer prisionero! protestó el senador . ¡Tal vez lo maten! Un gesto de indiferencia fué la respuesta. Se consideraba con energías para luchar contra todos los ejércitos de Alemania defendiendo su propiedad.

Pero si en el exterior ni en la entrada no se encontraba cosa alguna que revelase el altísimo origen de sus habitadores, en el interior, por el contrario, había mil objetos que inspiraban á la vez curiosidad y respeto. Estos muebles ocupaban las dos terceras partes de la casa y casi todo el piso segundo, que también era de ellas.

PARA LIMPIAR OBJETOS DE HIERRO. Se ponen en un litro de petróleo ordinario veinte gramos de parafina. Se untan las piezas de hierro con esta mezcla y se deja reposar toda la noche; al día siguiente, basta frotar con un trapo de lana seco, y quedará muy brillante. PARA LIMPIAR LOS MUEBLES. Se emplea lo siguiente: Oleato amónico 20 gramos. Amoníaco 20 Barniz de goma laca 60 Aceite de lino 60

Palabra del Dia

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