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Actualizado: 7 de junio de 2025


Para subir al único piso de la casa, hay que ascender por una escalera que fue en algún tiempo de madera, y que mi padre la reemplazó por la actual, que es de piedra groseramente labrada. En el piso se encuentran hasta diez piezas casi sin muebles que dan a unos corredores oscuros.

Los viejos muebles del imperio, que constituían el fondo del arreglo del salón, habían sido reemplazados por unos maravillosos muebles de tapicería de fines del siglo pasado, y una multitud de pequeños sillones y banquillos de todas formas y colores, se hallaban esparcidos aquí y allá con una apariencia de desorden que era el colmo del arte.

Aunque abstraído en la lectura, percibió claramente los pasos del ama, que entraba en la sala y daba vueltas poniendo en orden los muebles. El cura, que había ido a la iglesia, llegó poco después, y entró en la casa sin ver a su sobrino, y subió a la sala quejándose del calor. Entablose un diálogo, y al instante comprendió que ignoraban su presencia en el corredor.

Los restos de la existencia diaria, la comida y los trapos rotos, los expelía Madrid hacia lo alto; los residuos de su lujo, los muebles y las ropas, empujados por los vaivenes de la fortuna, bajaban la cuesta del Rastro para amontonarse en el estercolero de las Américas. ¡Las cosas que uno ha visto, muchacho!... ¡Si los muebles hablasen!

Una ola de libros invadía el cuarto, y después de extenderse sobre los muebles, dejando en ellos altas pilas de papel impreso, esparcíase por el inmediato pasillo. La señora, llena de admiración por aquel sabio de diez y siete años, al que no apuntaba aún el bigote, no osaba tocar uno solo de los volúmenes.

A veces, imágenes de cadalsos, de quemaderos, de arcas mortuorias, aparecían en la penumbra; llamaba entonces a sus criados con brusquedad, y, mandando cerrar las ventanas, hacía encender sobre las mesas, sobre los contadores, sobre todos los muebles, numerosos candelabros, candelabros traídos de todas las estancias.

Conservaba sin vender su casa solariega del lugar con sus antiguos muebles y dos criados. Si no vivía en ella, pensaba vivir más tarde, o bien porque don Acisclo podría faltar, o bien porque ya, entrada ella en años, nadie podría extrañar que viviese sola.

Un tenue olor de carne perfumada y enferma llegaba hasta Ojeda, pero tan leve, tan vagoroso, que no sabía ciertamente si era su olfato quien lo percibía o su imaginación. Y otra vez pensaba en el ambiente dormido de los antiguos muebles de secreto, que huelen a cartas de amor, polvo, ramilletes secos, cintas olvidadas y polillas. Por la noche había vuelto a hablar con ella largamente.

Considero absurda la importancia que hoy se da á los que manejan bien los accesorios, lo mismo en las artes plásticas que en la poesía. Pintar bien el fondo de un cuadro, los muebles, los cortinajes no es ser un pintor en la acepción más completa que nuestra imaginación da á la palabra.

Había sufrido un examen, y al morir doña Gregoria, era necesario cerrar el establecimiento o encargarme yo de él... Entonces, el bueno de D. Tomás se convino a que se le pagasen los muebles, y... en dos años nada le debo; estoy establecida... soy independiente, tengo un pequeño capital... lo que basta para mi dote... y ya que usted ha venido, me voy al claustro... decididamente... me voy a buscar la paz.

Palabra del Dia

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