United States or Sri Lanka ? Vote for the TOP Country of the Week !


De vez en cuando aleteaba por cerca de Isidro un enorme moscardón azul, de reflejos metálicos, lúgubre, venenoso, hinchado repugnantemente, como si acabase de chupar la tierra de una tumba. Maltrana preguntó por su abuela. Estoy solo en casa.

La vuelta a Can Mallorquí fue triste y silenciosa. Pepet abría la marcha con el bimbau en los labios, que le acompañaba en su caminata con un zumbido de moscardón.

Reina, eso está muy mal. Cállate y escúchame. La venganza es el placer de los dioses, proseguí yo, dando un salto para cazar un moscardón que revoloteaba sobre mi cabeza. Vamos, hijita, hablemos con seriedad. Pero si yo hablo seriamente respondí, deteniéndome delante de un espejo, para comprobar con cierta complacencia, que la animación me sentaba.

No por eso había menos corros de baile y canto, menos puestos de rosquillas y jinetes, menos meriendas y comilonas. Aquí se escuchaba el rasgueo de guitarras y bandurrias, más adelante retumbaba el bombo, y la gaita exhalaba su aguda y penetrante queja. Un ciego daba vueltas a una zanfona que sonaba como el obstinado zumbido del moscardón, y al mismo tiempo vendía romances de guapezas y crímenes.

El doctor revoloteaba a mi alrededor como un moscardón; he tenido que hacerle sentar en un rincón. Cuando tengo prisa, no puedo sufrir que la tengan los demás; el que me ayuda me incomoda. ¡Y ese asno de Gil que se ha puesto enfermo en la mejor ocasión! Voy a enviarle a París para que se cure, y le ruego que me busque otro criado.

Después ha tornado a describir el medio círculo, y como el moscardón se estuviese quedo, se ha lanzado contra él audazmente. He dicho que Ron es feroz; añadiré que no tiene ni un átomo de piedad. Esto de la piedad es cosa para él totalmente desconocida. Azorín ha metido en la caja un saltador joven, casi un niño, a juzgar por su aspecto, puesto que caminaba lentamente y apenas sabía hacer nada.

Isidora puso atención, y en efecto, del fondo invisible venía un rumor hondo y persistente como el zumbar de las alas de colosal moscardón, zumbido semejante al de nuestros propios oídos, si tuviéramos por cerebro una gran bóveda metálica. «Es la rueda dijo la Sanguijuelera, adivinando la curiosidad de su sobrina y queriendo iniciarla en los misterios de aquella considerable industria.

La mamá le dijo con muy buenas palabras que no volviese por aquí, que no pensase más en mi persona; pero ¡que si quieres...! Me asomo al balcón, y ¡cataplum! allí está en la esquina mi hombre, con una cara tan desmayada, que da risa; salgo a paseo, y siempre que vuelvo la cabeza veo tras de al moscardón, con un aspecto que no parece sino que cualquier día va a subir al Miguelete para tirarse de cabeza, ¡Pero, hombre, que tienes amistad con él y te hace caso, dile que no sea tan pesado!

Y Amparito no pensaba esto mismo que suponía el antiguo novio, era algo parecido lo que expresaban sus miradas fieras y sus gestos desdeñosos para espantar a aquel moscardón molesto, que no la dejaba «ni a sol ni a sombra». ¿Y aún seguía allí, tieso como un poste, importunándola con sus miraditas? ¿No tenía bastante con tantos desdenes? Pues ahora verás.

A pesar del ambiente húmedo, un moscardón de zumbido pegajoso cruzó varias veces sobre los dos visitantes. Balas dijo lacónicamente el oficial. Desnoyers había hundido un poco su cabeza entre los hombros. Conocía perfectamente este ruido de insecto. El senador marchó más aprisa: ya no sentía cansancio.