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Actualizado: 9 de mayo de 2025


No me importa que se la beba otro. Mis faltas son debilidades, y además un efecto preciso de la mala, de la perversa educación que he recibido. ¿Por qué educaron en el lujo al hijo de un pobre empleado con treinta mil reales? ¿Por qué desde niño me enseñaban a competir con los hijos de los grandes de España? ¿Por qué no me dieron una carrera, por qué no me aplicaron a cualquier trabajo, en vez de meterme en una oficina, que es la escuela de la vagancia?

¿Y por qué? ¿Acaso me vendréis á decir, á quererme hacer creer que la señora María y vos no tenéis mil y quinientos doblones? La dificultad no es el dinero, sino la seguridad de él; nosotros no conocemos la letra de la reina, y vos... Yo no la conozco tampoco. Señor Francisco, vos sois más en palacio que cocinero del rey. ¡Y bien! ¿Qué? no quiero meterme en este negocio.

Mi hermano el mayor, sólo porque le dió la gana de nacer antes que yo, tiene tres dehesas y dos casas; y los demás..., uno hubo de meterse fraile, otro se fué al Perú, otro está muerto de hambre en un hospital de Sevilla, y yo, señores, tuve que meterme en el contrabando para que no se me helara el cielo de la boca. Oye, , Marijuán dijo otro , ¿sabes lo que contaban en Sevilla?

No puedo, Que me voy á morir á toda priesa. Y yo también, pues se murió Manolo; A llamar al dotor me voy derecha, Y á meterme en la cama bien mullida, Que me quiero morir con convenencia. ¿Nosotros nos morimos, ó qué hacemos? ¿Amigo, es tragedia ó no es tragedia? Es preciso morir, y sólo deben Perdonarle la vida los poetas Al que tenga la cara más adusta Para decir la última sentencia.

Era un mozo alto, de anchas espaldas y vigoroso cuello, con unas barbas rubias que me gustaba tirar cuando me ponía en sus rodillas para meterme en la cabeza el A, B, C, con gran esfuerzo de trozos de regaliz. Creo que siempre fui su buena amiga, aunque él no haya debido quererme más que a los otros discípulos, pues la cara que tenía entonces ha desaparecido en la niebla como todas las demás.

»Por una casualidad, querida Antoñita, me veo precisado a detenerme en Lille unas cuantas horas y aprovecho la ocasión para escribirle esta carta. »Cuando entrábamos en la ciudad se ha roto el eje del coche, y a causa de este contratiempo he tenido que meterme en la posada más cercana.

Maldigo de la política, y juro que nunca he de volver a meterme en ella. Mi amiga Luisa está desconsolada. Ayer estuvo en mi casa, y, al contarme sus cuitas, rompió en llanto. Su gran desconsuelo no está en relación con la causa que lo produce. Mi amiga tiene fáciles lágrimas, y no menos fácil tiene la risa. Con esto queda dicho que es muy sensible a todas las emociones.

Se conoce que estoy de muy mal humor, en que he ido a meterme con botas y espuelas bajo la jurisdicción o en la jurisdicción del señor fiscal de imprenta. Por lo mismo, y para evitar una cornada, tomemos de nuevo el olivo de la bella literatura. Esto es: levantemos ante el señor fiscal, como en señal de paz, un ramo de oliva.

Corrióse tanto el hombre que dio a correr tras con un cuchillo desnudo para matarme, de suerte que fue forzoso meterme huyendo en casa de mi maestro dando gritos. Entró el hombre tras y defendióme el maestro de que no me matase, asegurándole de castigarme. Yo respondía: -No, señor. Y respondílo veinte veces a otros tantos azotes que me dio. Con esto fui yo muy contento.

Á eso vine á la feria, Antón...; y si no, que diga tío Juan si me pongo en lo justo. Lo que toca á dice el aludido, que durante la escena referida se ocupaba en hacer rayitas en el polvo con el palo, lo que toca á , no me gusta meterme en la hacienda del vecino, que cada uno puede estimarla en aquello que, pongo por caso, le acomoda.

Palabra del Dia

hociquea

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