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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Porque parece así como si tuvieras olvidado por completo el catecismo, y ella viniese a refrescarte la memoria. Pero, en fin, en eso no debo meterme porque no me concierne. El resultado es que te casas. Haces bien. El hombre está mal solo, y cuando halla una compañera digna, como has hallado, no debe perder la ocasión. Fernanda es una buena muchacha; segura estoy de que te hará feliz.

Sacome de allí, horro y sin costas, un bienhechor; pero diciéndome antes de sacarme, que si no le servia en lo que él había menester, volvería a meterme, y mía sería la culpa de lo que me sucediese.

Y sepa que intervengo en esto por pura humanidad, porque se me ha ocurrido no morirme sin dejar tras de una buena acción, ya que en la cuenta de mi vida tengo tantas malas o insignificantes. No me gusta meterme en vidas ajenas; pero en este caso, créalo usted... se me ha puesto en la cabeza que a entrambos les conviene volver a unirse.

¡Déjese de macanas, ché!... ¿Por qué voy á mezclarme en esos entreveros de las gentes del campamento, cuando todos son amigos míos? Además, ya estoy viejo para meterme en tales cosas y no quiero hacer un papelón. Insistió Moreno, y durante algunos minutos discutieron los dos hombres. Al fin don Carlos pareció ablandarse seducido por el misterio que creía entrever en este duelo inesperado.

Ya se encargarán de dilucidarlo los que escriban el mencionado libro, ora consultando otros antiguos que deben de andar impresos, ora en vista de Memorias y demás documentos manuscritos que ha de haber en abundancia. Yo no quiero meterme en semejantes honduras.

865 Ansí me encontre de nuevo sin saber dónde meterme, y ya pensaba volverme cuando, por fortuna mía, me salieron unas tías que quisieron recogerme. 866 Con aquella parentela, para desconocida, me acomodé ya en seguida, y eran muy buenas señoras; pero las más rezadoras que he visto en toda mi vida.

Cuando tuve edad para meterme de cabeza en los negocios por cuenta propia, con objeto de ganar honradamente algunos cuartos, recuerdo que lucí mi travesura en el muelle, sirviendo de a los muchos ingleses que entonces como ahora nos visitaban.

Yo pago a mis criados para que me sirvan bien, y, cuando no estoy satisfecho de ellos, los despido, sin meterme a averiguar si es falta de voluntad, vejez o indisposición lo que motiva su mal comportamiento. Entonces no encontraremos en vuestra casa el hombre que precisamos. ¿Tenéis alguno a la vista? ¿Yo? Ninguno.

Y apenas la descubrí, cuando con una maroma me asentaron un azote con hijos en todas las espaldas. Comencé a quejarme; quíseme levantar; quejábase el otro también; dábanme a sólo. Yo comencé a decir: ¡Justicia de Dios! Pero menudeaban tanto los azotes sobre , que ya no me quedó, por haberme tirado las frazadas abajo, otro remedio sino el de meterme debajo de la cama.

Dejaba escapar de su pecho exclamaciones de ira, juramentos de venganza y apóstrofes de despecho contra mismo. «¡Bien merecido lo tengo por meterme con esa gente!». Cuando llegó a Madrid echado de la corte de D. Carlos, fue a casa de su tía, según costumbre antigua; pero apenas paraba en la casa.

Palabra del Dia

hociquea

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