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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Pasé la noche en la ventana. Orión descendía hacia el ocaso, y el Carro iba ocultando sus estrellas en las profundidades de luctuosa nube que subía lenta y creciente en los húmedos valles de Pluviosilla. Permanecí largo rato con el rostro entre las manos. El sueño entornaba mis párpados, e iba yo a recogerme, cuando grave y majestuosa sonó la campana mayor del templo parroquial.
Ordenó que se diesen, y dijo que viniesen los tudescos presto porque le hallasen allí, y que él pensaba hacerse á la mar aquella noche; y si descubría á la mañana á la armada hacer su camino de Sicilia, y si no que volvería por los tudescos y la otra gente á recogerlos, si no hubiesen llegado antes que partiese, y que dejaría allí la galera Condesa, que era la mejor que él tenía, para que esperase todo lo posible para recogerme si quisiese irme; y con esto volví al fuerte y dí orden que se embarcase toda la gente que se pudiese en los esquifes, especialmente los alemanes, y fuímonos á la marina á embarcar D. Alvaro y Guimarán y D. Pedro Velázquez y yo, donde por ser bajamar y no poder llegar á la orilla una fragata en que habíamos de ir todos á las galeras, pasamos á ella D. Alvaro y yo en un barco muy chico con orden que volviese por el Conservador y por Guimarán, á los cuales, ó por no haberlos hallado allí, ó no haber vuelto á ella el barco, no vinieron á nosotros, y paresciéndonos gran vergüenza irnos sin ellos, los esperamos hartas horas; y en comenzando á crescer el agua, ya cerca del día, nos allegamos á tierra, y preguntando por ellos nos dijeron que había gran rato que eran idos, con lo cual nos fuimos, entendiendo que habían pasado de largo por no habernos hallado en la posta que estábamos, y así nos amanesció en el camino y reconoscimos que toda el armada era levada, y la víamos que iba lejos, y mucho más adelante otras velas que juzgamos ser nuestras naves, y parte eran algunas dellas y la mayor el armada del turco.
865 Ansí me encontre de nuevo sin saber dónde meterme, y ya pensaba volverme cuando, por fortuna mía, me salieron unas tías que quisieron recogerme. 866 Con aquella parentela, para mí desconocida, me acomodé ya en seguida, y eran muy buenas señoras; pero las más rezadoras que he visto en toda mi vida.
Leí esta mañana en los periódicos que don Rafael Brull, de la comisión, se encargaría de contestar en eso de los presupuestos, y rogué a un antiguo amigo, el secretario de la embajada inglesa, que viniese a recogerme para acompañarme al Congreso.
Ya va siendo tarde, y siguiendo su consejo de Vd. debo recogerme para que la flor de mi mocedad no se marchite. ¿Qué es eso? ¿Se quiere Vd. largar? ¿Quiere Vd. tomar el olivo? Yo no quiero tomar olivo ninguno. Al contrario. Curro, dime tú: aquí, en este montón de dinero, ¿no hay más que en la banca? Currito miró, y contestó: Es indudable.
El señor cura se dirigió entonces a unos parientes míos, los cuales se negaron a recogerme... «No queremos niños»; le contestaron «no queremos huérfanos; son ingratos, tarde o temprano dan el pago». Me han contado que cuando el santo anciano recibió la carta de mis parientes, exclamó: «¡Corazones de piedra! ¡Dios los perdone? ¿El trajo esta niña a mi casa?
En un momento en que me hallé a solas con mi tío, antes de recogerme aquella noche, le hablé del suceso. De pronto me pareció algo picado de la curiosidad; pero enseguida cambió de aspecto, se encogió de hombros y me dijo: Está mema la infeliz. Cosas de ella. Siempre es por ese arte. También se me había antojado que Chisco miraba a Tona con muy buenos ojos.
Deseo vivir con mi pena; quiero saborear mi dolor sin que nadie se crea autorizado para ofrecerme consuelo; quiero sufrir libremente, y puesto que nada me obliga a permanecer en París, donde ya no he de verle a usted más, me iré muy lejos de aquí, a un país en donde todo sea extraño para mí, en donde pueda yo recogerme en mis pensamientos sin que nadie me importune.
No quise recogerme sin escribir antes a Linilla. Todo reposaba en torno mío. Por la ventana, abierta de par en par, entraban los aromas del jardín; el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón, y de cuando en cuando, anunciador de la estación florida, preludiaba un jilguero su amorosa serenata.
Aun conservo la paja, el musgo, la lana: restos preciosos de aquel nido hoy vacío y sin las ternezas que algún día le animaron a pesar de la frialdad que en él se observa, me gusta recogerme en él de cuando en cuando; la voz de mis padres, los gritos alegres de mis hermanas, los ruidos que producen la alegría y el amor, parece que resuenan bajo las viejas maderas que sostienen el techo.
Palabra del Dia
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