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Su atención se concentraba inmediatamente en los nuevos pollastres que venían piando a cobijarse bajo sus alas protectoras. Quien les causó una serie de decepciones y amarguras, que a poco dan con ellas en el sepulcro, fue el conde de Onís. En su vida habían tropezado con un hombre más incomprensible. ¡Lo que las pobres sudaron para meterle en vereda, en la florida vereda de Himeneo!

Un día, en Lebrija, al salir a la plaza un torito vivaracho, sus compañeros le habían empujado a la suerte suprema. «¿Te atreves a meterle la mano?...» Y él le metió la mano. Después, enardecido por la facilidad con que había salido del trance, acudió a todas las capeas en las que se anunciaba novillo de muerte y a todos los cortijos donde se lidiaban y mataban reses.

Quería meterle a don Álvaro por los ojos, y después de la conversación de la tarde anterior con Mesía, no pensaba en otra cosa. Por la mañana había ido a casa de Quintanar, quien se paseaba por su despacho en mangas de camisa, con los tirantes bordados colgando: representaban, en colores vivos de seda fina, todos los accidentes de la caza de un ciervo fabuloso de cornamenta inverosímil.

Cállense las muy boconas. Ea, con Dios. Y estamos de coche. ¡Vaya un lujo! ¡Cómo se conoce que corre la guita! Que os calléis... Más valdría que me ayudarais a bajarle y meterle en el coche. Vaya que . Con alma y vida». De divertimiento sirvió a todas las de casa y a las de fuera.

Todos se echaron a reír. «Me ha dicho mi hermano añadió Maxi , que digiere usted mal». Cinco meses lleva mi estómago de indisciplina replicó el ladino viejo, que quería sin duda meterle a Maxi en la cabeza aquello de los cinco meses . Ya no le hago caso. Me he rendido, y espero tranquilo el cese. Si quiere usted, le haré un preparado de peptona. Gracias... Veremos lo que dice mi médico.

Estaba el hombre que no sabía lo que le pasaba; creía soñar... se daba pellizcos a ver si estaba despierto, anduvo algún tiempo por la calle como un insensato... se reía solo... le dieron ganas de comprar un revólver para ponerse a disparar tiros al aire... ¡Ah!, lo que debía hacer era meterle un par de balas en el cuerpo a doña Lupe... , por mala, por tacaña... Pero no, no; perdonar a todo el mundo... La vida es hermosa, y gobernar un pedazo de país es el mayor de los deleites.

Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, Barret entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela á la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto á meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.

¡Jacinta! ¿Qué me cuentas?... Estas cosas no son para bromas dijo Santa Cruz con tal alborozo, que su mujer tuvo que meterle en cintura. Eh, formalidad. Si te destapas me callo. bromeas... Pues si fuera eso verdad, no lo habrías cantado poco... ¡con las ganitas que tienes! Ya se lo habrías dicho hasta a los sordos. Pero di, ¿y mamá lo sabe? No, no lo sabe nadie todavía.

Pero la debilidad hubiera producido un efecto todavía más deplorable. Si creían meterle miedo, la insolencia de aquellos miserables no tendría ya límites. Esta vacilación no duró más que un relámpago. Un hombre de buena voluntad para una misión peligrosa dijo Carlos muy tranquilo. Todos dieron un paso adelante. ¡Ragasse! gritó el capitán en tono breve. Presente. Sígame usted.

Había olvidado este pasado, y al caer, me aturdía con su peso sonoro, vibrante de recuerdos. «¡Pobre hombre!... ¡En qué mundo de compromisos y enredos voy á meterle!... ¡No! ¡no!» Y huía de ti con astucias de colegiala traviesa, saliendo del hotel cuando te habías alejado por unos momentos, doblando otras veces una esquina en el preciso instante que ibas á volver los ojos... Sólo me dejaba abordar, fría é irónica, cuando no me era posible librarme de tu encuentro; y después, en casa de la doctora, hablaba de ti á cada instante, riendo con ella de estos galanteos románticos.