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34 Y llamando a la multitud con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de , niéguese a mismo, y tome su madero, y sígame. 35 Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de y del Evangelio, éste la salvará. 36 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y pierde su alma?

Esas crujías... con vuestra licencia, mejor estaríamos en el aposento del portero. ¿Quién es el hidalgo portador de la carta de su majestad? dijo el frailuco desde la subida de las escaleras ; adelante, hermano, y sígame. Entráos, entráos vos en el aposento del portero, amigo, y hasta luego. Hasta luego.

, Judit, no los quiero, no quiero más que su amor; y si es verdad que no me ha olvidado, que me ama todavía... ¡venga... sígame!... para seguirme es preciso amarme... porque ahora ya no tengo fortuna que ofrecerle... ¡Qué! duda... no me responde... ¡ah! ¡comprendo su silencio! Adiós, adiós para siempre. Y se dispuso a abandonarla; pero Judit le detuvo, asiéndole de una mano.

Llegó la noche, como queda apuntado, y ya Mutileder se retiraba a su posada, cuando sintió que le tiraban suavemente de la capa por detrás. Volvió el rostro, y vio a un pajecillo egipcio que le dijo: Señor Mutileder, sígame vuestra merced, que hay persona que desea hablarle sobre asuntos que le interesan. ¿Y quién puede ser esa persona? contestó él. Yo, en Málaga, no conozco a nadie.

Una de estas veces marchaba Facundo Quiroga por una calle seguido de un ayudante, y al ver a estos hombres con frac que corren por las veredas, a las señoras que huyen sin saber de qué, Quiroga se detiene, pasea una mirada de desdén sobre aquellos grupos, y dice a su edecán: «Este pueblo se ha enloquecidoFacundo había llegado a Buenos Aires poco después de la caída de Balcarce. «Otra cosa hubiera sucedido decía si yo hubiese estado aquí. ¿Y qué habría hecho, general? le replicaba uno de los que escuchándole había; S. E. no tiene influencia sobre esta plebe de Buenos AiresEntonces Quiroga, levantando la cabeza, sacudiendo su negra melena, y despidiendo rayos de sus ojos, le dice con voz breve y seca: «¡Mire usted!, habría salido a la calle, y al primer hombre que hubiera encontrado, le habría dicho: ¡sígame!; ¡y ese hombre me habría seguidoTal era la avasalladora energía de las palabras de Quiroga, tan imponente su fisonomía, que el incrédulo bajó la vista aterrado, y por largo tiempo nadie se atrevió a desplegar los labios.

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de , niéguese a mismo, y tome su madero, y sígame. 25 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por causa de , la hallará. 26 Porque ¿de qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

Y sepa que, aunque zafio y villano, todavía se me alcanza algo desto que llaman buen gobierno; así que, no se arrepienta de haber tomado mi consejo, sino suba en Rocinante, si puede, o si no yo le ayudaré, y sígame, que el caletre me dice que hemos menester ahora más los pies que las manos.

El señor duque no está visible para usted.... ¡Sígame, o llamo! Y al mismo tiempo echó una mirada en torno como en ademán de cumplir su promesa. La Estuardo empalideció aún más. Desprendiéndose del brazo de Dávalos la siguió al fin. Esta escena había sido observada por varias personas; pero nadie osó seguirlas si no es el demente Manolo, que lo hizo de lejos.

Nadie acudió a recibirnos y desmontamos precipitadamente. De repente, Sarto oprimió mi brazo. ¡Mire usted! exclamó señalando al suelo. Vi a mis pies cinco o seis pañuelos de seda hechos trizas y me volví hacia él. Son los pañuelos con que até a la vieja me dijo. Asegure usted los caballos y sígame.

Mientras Alain amarraba la barca á las ramas de un sauce: ¡Y bien! señor dijo saltando con ligereza sobre la hierba ¿no se halla mal? ¿no está usted trastornado, herido, petrificado? Se dice sin embargo que este sitio es lindísimo. A me gusta, porque siempre hay fresco en él... Pero... sígame en estos bosques, si se atreve, y yo le mostraré esas famosas piedras.